Nos despertamos en Kemin Guest House y enseguida fuimos a desayunar. Sandra se ilusionó cuando vio una especie de crepe en el plato, hasta que se dio cuenta que estaba relleno de carne de cordero. Era uno de los platos locales: samsa.  El cordero, en esta región, es su ingrediente estrella. Por suerte, también nos sirvieron café y fruta.

Una de las cosas que más nos apetecían de nuestra estancia, era hacer una ruta a caballo por el Parque Nacional de Chon Kemin. La verdad es que aunque lo hemos hecho en varias ocasiones, no estamos acostumbrados a montar a caballo. De todos modos, enseguida le cogimos el truquillo de nuevo.

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Ruta a Caballo en Chon Kemin

Hicimos la ruta los dos solos con el guía, el hermano de Aziz, el dueño del Guest House. Organizó una paseo tranquilo. Primero recorrimos una zona llana del valle y luego subimos y cruzamos unos montes cercanos, para hacer el camino inverso después. Arriba, paramos para descansar y tomar unas moras silvestres disfrutando del paisaje.

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Comenzando la ruta a caballo.
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Ascendiendo a caballo.
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Vistas desde el caballo
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En la cima en Chon Kemin

En total, unas 4 horas a caballo, en las que disfrutamos de la ruta y de las vistas. Además, hizo un día estupendo, con sol, pero no demasiado caluroso, que hizo que disfrutáramos aún más. Durante todo el paseo pudimos aprovechar la tranquilidad del enclave, escuchando los sonidos de la naturaleza.

El paseo a caballo nos costó unos 4.000 SOM para dos personas (unos 48€ aprox).

A la vuelta, comimos en Kemin Guest House y nos despedimos de Aziz, que muy amable nos invitó a volver a visitarle y nos contó sus planes de futuro para hacer un guest house mayor en el valle. La verdad es que el sitio es muy tranquilo y la gente muy agradable.

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Con Aziz de Chemin Guest House

Desde allí, Baquet nos llevó hasta Bokonvaebo, un pequeño campamento de yurtas a orillas del río Issyk kul, donde pasaríamos la noche. El campamento de yurtas es un campamento local, austero, al que sólo se puede acceder reservando mediante guías locales.

En el campamento hay unas 5 yurtas y allí mismo vive la familia que lleva el negocio. En otras zonas del lago hay otros campamentos con mejores prestaciones, aunque más caros. Estos aparecen en webs para poder reservar. Son algo menos auténticos, pero más cómodos.

Nuestra yurta no tenía baño, solamente una caseta común para todas las yurtas que, básicamente, era un agujero en el suelo. La ducha era algo similar, un cubo en lo alto de una estructura con un grifo del que salía agua fría. Pocas comodidades, pero lo justo para pasar un par de días.

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Campamento de yurtas
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Campamento de yurtas
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Interior de la Yurta
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Campamento de Yurtas

Nos quedamos sorprendidos por esa manera de vivir y por las yurtas en sí, ya que aún no habíamos visto ninguna de cerca ni por dentro.

Después de dejar nuestras mochilas, fuimos con Baquet y Bermet al lago Issyk Kul a darnos un baño.

El lago está rodeado de arena, de manera artificial, formando una especie de playa alrededor de lago donde había bastante gente. Todos locales. De hecho, todo el mundo nos miraba, porque éramos los únicos extranjeros del lugar. Se nos reconocía por los rasgos fácilmente. Disfrutamos los cuatro de un baño en el lago y de un rato de relax en la orilla.

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Saludando desde el lago Issyk-Kul

Desde allí, volvimos andando de nuevo a las yurtas, donde descansamos un rato hasta la hora de la cena. Vimos cómo la dueña preparaba la cena, que, al rato, nos sirvieron en una especie de yurta comedor, acompañados de un pequeño grupo de turistas franceses que se alojaban también en el campamento.

Tenemos que reconocer que no disfrutamos mucho de este tipo de comida, no sólo en el campamento, sino en general en el viaje, ya que en muchos sitios ponían una especie de guiso de cordero (choto viejo) con verduras. El cordero tiene, en general, un sabor muy fuerte y, además de no gustarnos, no nos sienta demasiado bien.

En este viaje, David aún no sabía que era celíaco y no seguíamos una dieta sin gluten, así que probábamos comidas nuevas  o, como en este caso, íbamos comiendo lo único que había.

Si volviéramos ahora a hacer esta ruta, avisaríamos al guía con antelación y, además, en cada lugar nos hubiéramos apañado para preguntar por los ingredientes y el modo de cocinar de la mejor manera posible. Y seguramente, hubiéramos llevado encima algo de fruta o galletas y nuestros batidos sin gluten como plan b.

Tras la cena, nos fuimos a descansar a la yurta. Nos costó un poco dormirnos, teniendo en cuenta que se duerme prácticamente en el suelo con una manta encima. Eso sí, con un silencio total y la luna iluminando todo el campamento. De hecho, cuando fuimos al baño, a unos 100 metros de la yurta, no nos hizo falta la linterna.


Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 21 días en Kirguistán, Tayikistán + GBAO y Uzbekistán.