RUTA:
- Ahu Tongariki
- Rano Raraku
- Pu O Hiro, Petroglifos Papa Vaka, Ahu Te pito Kura
- Ovahe
- Anakena, Ahu Nau Nau y Ahu Ature Huki
- Ahu Huri A Urenga y Puna Pau
- Complejo Ceremonial Tahai
Sonó el despertador. Todavía de noche. Desayunamos rápido y nos pusimos en marcha para intentar llegar a tiempo a Ahu Tongariki y disfrutar del amanecer en uno de los lugares más mágicos de la isla.
Desde nuestra cabaña, el recorrido en coche fue de uno 30-40 minutos. Hay que tener en cuenta que hay que conducir despacio. Además, de no conocer al carretera, era de noche y nos dijeron que, a esas horas, pueden cruzarse caballos u otros animales.
Como el amanecer empieza aproximadamente a las 7:00-7:30 (en función de la época del año), salimos sobre las 6:00.
Una vez en la zona del Ahu, a la izquierda, hay una pequeña explanada donde dejar el coche. Y justo, al otro lado de la carretera, está la entrada al Ahu Tongariki, cuya silueta se puede percibir en la oscuridad.
En el acceso al recinto hay una pequeña caseta donde sellan la entrada, aunque a esas horas no siempre lo hacen. No te preocupes, si no lo han hecho al entrar, al salir te la sellarán.
Ahora llega el momento de ver el amanecer. Cómo hacerlo, es como siempre, para gustos… más cerca del Ahu, más alejados… En nuestro caso, decidimos ponernos bastante alejados del Ahu para tener una mejor panorámica, para tener menos gente alrededor y para poder sentarnos tranquilos.
Aunque no había mucha gente para ver el amanecer (unas 150 personas), la mayoría estaban al pie del Ahu para sacar la foto perfecta. A nosotros nos gusta disfrutar de estos pequeños momentos en silencio, con una pequeña foto, sí, pero, sobre todo, disfrutando de las imágenes mentales de un momento único como ese.
Nos sentimos muy emocionados y muy afortunados de poder estar viviendo esta experiencia.
Tras ver el amanecer, decidimos quedarnos un rato sentados allí y esperar a que la mayoría de la gente se marchara, para disfrutar de este espectacular monumento con tranquilidad. La verdad, es que lo recomendamos totalmente, ya que, por increíble que parezca, tendrás el Ahu para ti.
Tras admirar de cerca cada uno de los moais del Ahu Tongariki y dar la vuelta al Ahu, nos hicimos unas cuantas fotos muy emocionados y, prácticamente, solos.
Después, llegando a la salida del recinto, justo enfrente de la caseta de entrada, se puede ver el Moái Viajero, llamado así porque en el año 1982 se envió a Japón para ser exhibido en una feria.
Al lado de este moái, aprovechamos a charlar con los dos pascuenses que estaban en la caseta de acceso al recinto. Es agradable ver cómo, en general, la gente de la isla responde a las inquietudes de los extranjeros y cómo explican con gran pasión su historia y costumbres.
Aunque nosotros no tomamos nada, en la explanada donde dejamos el coche había una pequeña furgoneta donde servían cafés y algunos bocadillos (no había opciones sin gluten).
En la zona no hay baños… más allá de la propia naturaleza, tras los coches.
Desde allí, nos dirigimos hacía la cantera donde se extraía la piedra para construir los moáis, Rano Raraku. Está muy cerca de Ahu Tongariki, a uno 10 minutos en coche y, de hecho, se puede hacer andando por una de las rutas que hay marcadas hacía la cantera.
Rano Raraku, junto a Orongo, son los dos únicos lugares de la isla a los que se puede acceder una única vez con la entrada.
Al llegar a Rano Raraku, hay un pequeño parking, un restaurante, una pequeña tienda de souvenirs y… ¡baños!, eso sí, de pago: 500 CLP. La cantera abre a las 9:30, un buen horario para poder entrar tras ver el amanecer en Ahu Tongariki. Entramos en cuanto abrieron, por lo que pudimos verlo sin mucha gente.
Una vez dentro, puedes ir hacia la derecha, para ver la cantera con los moáis, o a la izquierda, para ver la zona del cráter. Se puede ir en el orden que se quiera.
Nosotros fuimos primero a ver los moáis. Hicimos el recorrido, prácticamente, solos, pudiendo disfrutar con tranquilidad de todos los moáis, mientras leíamos nuestra guía con la historia de algunos de ellos.
Mirábamos a un lado y a otro, tratando de imaginar como fue la construcción de los mismos y cómo podían desplazarse desde la cantera a los Ahu…
Después de ver los moáis, fuimos a ver el cráter.
Acabada la visita en Rano Raraku, decidimos ir, por la carretera más cercana a la costa (IPA-2), a la playa de Anakena. En el camino, hay varias paradas interesantes.
Circulando por esta carretera, se deja al lado derecho el Volcán Poike, la única zona de la isla no accesible al turismo, salvo si reservas algún tour específico para visitarlo.
La primera parada que hacemos es Pu O Hiro, una piedra grabada, que en tiempos pasados era considerada un talismán de pesca.
Después, paramos en Papa Vaka, donde se encuentra el petroglifo más grande de la isla. Aunque los grabados están bastante deteriorados, se pueden distinguir algunos.
Y, finalmente, paramos en el centro ceremonial Te Pito Kura. Aquí podemos ver un moái derribado, de más de 10 metros de largo y de cerca de 80 toneladas de peso. Es el moái más grande jamás movido y erigido en un Ahu. Aunque está derribado, impone verlo y, sobre todo, pensar cómo pudieron traerlo desde la cantera de Rano Raraku, a unos cuantos kilómetros de este punto.
En el mismo recinto, siguiendo a la izquierda del Ahu, hay un pequeño muro de piedra circular, dentro del cual hay una gran piedra redonda rodeada de cuatro más pequeñas. Te Pito Kura significa “ombligo de luz”. Algunos relacionan el nombre del lugar con las cualidades especiales de esta roca, que dicen que concentra una energía magnética y sobrenatural llamada mana. Algunos relacionan este lugar con uno de los nombres que también se usa para esta isla, Te Pito O Te Henua, que significa “ombligo del mundo”.
Tras esta parada, decidimos acercarnos a la playa de Ovahe, una pequeña cala menos concurrida que Anakena.
Aparcamos el coche en una especie de parking que hay después de pasar un camino lleno de baches. Desde allí, tras andar 5 minutos y pasar entre varias rocas se llega a la pequeña cala de Ovahe.
La cala es muy pequeña y tranquila. Estuvimos un rato sentados y sólo metimos los pies en el agua, ya que, según nos dijeron, no está permitido el baño.
En el rato que estuvimos, sólo vinieron cuatro personas más a hacer lo mismo que nosotros, pasar un momento tranquilo frente al mar.
Desde allí, decidimos ir a Anakena, la playa más conocida de la Isla que, además, tiene la peculiaridad de tener un Ahu en la arena. Se cuenta que esta playa fue el punto por el que llegaron en canoa los primeros pobladores de la isla.
Además de ver el famoso Ahu Nau Nau, también se puede ver el Ahu Ature Huki, donde está erigido el primer moái de la isla.
Y, aunque no hacía demasiado sol y hacía bastante viento… no podíamos irnos sin darnos un baño en la playa de Anakena.
Al lado de la playa hay varios restaurantes y algunos puestos de souvenirs. También hay baños (de pago).
Nosotros, tras disfrutar del baño y un rato de relax, decidimos volver a Hanga Roa para comer en un restaurante del que habíamos leído buenas opiniones y que, además, tenía opciones sin gluten: Te Moana.
Para volver, tomamos otra de las carreteras principales, la IPA-1 que cruza la isla, en lugar de ir por la costa. Y una vez llegamos a Hanga Roa, comimos tranquilos en el restaurante, un sitio tranquilo y agradable frente al mar.
Después de comer, aprovechamos para dar un paseo por las caletas de Hanga Roa y nos tomamos un helado en una cafetería cercana.
Desde ahí, decidimos acabar el día haciendo un par de visitas cercanas. Primero nos dirigimos a Puna Pau, la cantera de donde se extraían los famosos gorros rojizos de los moáis, llamados Pukao.
La visita es corta, ya que desde donde se deja el coche, hay que subir una ladera y rodear el volcán donde se extraía la roca para tallar los Pukao. Aunque hay varias teorías, parece que la más popular es que los Pukao no representaban sombreros, sino peinados que se llevaban en la época, enrollando el pelo largo y formando un moño.
Cerca de Puna Pau, está Ahu, Uri Urenga que merece la pena visitar. Sorprende que esté en el interior y en la costa, frente al mar, como habíamos visto a lo largo del día.
Para acabar el día, pasamos a ver, cerca de nuestra cabaña, el complejo ceremonial Tahai: formado por los siguientes Ahu: Ko Te Riku, Tahai, y Vai Ure.
Simplemente lo admiramos desde lejos, con la intención de volver al día siguiente, esperando que el clima mejorase para poder visitarlo con mayor tranquilidad y ver su famoso atardecer.
De aquí, nos fuimos a cenar algo ligero a la cabaña y a descansar. Había sido un día largo, con unas sensaciones muy intensas. Nos sentimos contentos y afortunados de poder estar en Isla de Pascua, algo que nunca creíamos podríamos hacer.
Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 19 días en Uruguay, Argentina y Chile.
