Amanecemos en Sary Tash. David no había dormido demasiado bien por el mal de altura. Sandra, en cambio, pudo descansar. Nos levantamos sin fuerzas, pero con ganas de continuar la ruta.
La dueña del hostel nos preparó un desayuno, a base de tostadas y fruta, que disfrutamos en el salón del hotel. Hacía un día soleado y las vistas eran preciosas. Acabamos pronto, ya que nos esperaba un día largo y teníamos ganas de comenzar cuanto antes, así que empezamos la ruta. El objetivo del día era llegar hasta Murgab. Para ello, tendríamos que dejar atrás Kirguistán y entrar en Tayikistán, en concreto en la Región Autónoma de Gorno-Badakhshan, y cruzar por varios pasos de montaña.
Sary Tash está a una altitud de 3170 m.s.n.m, mientras que Murgab cuenta con una altitud de 3.620 m.s.n.m. En ese tramo llegaríamos a estar a unos 4.600 m.s.n.m.
Enseguida empezamos a ascender para llegar al paso de «Kyzyl-Art», que separa Kirguistán y Tayikistán. Antes de llegar, pasamos la aduana de Kirguistán, donde comprobaron el coche y nos pusieron un sello de salida en el pasaporte. El trámite fue bastante rápido. Sobre todo, se centraron en revisar el coche para ver que no había tráfico ilegal de ningún tipo.
A partir de ese punto, y hasta llegar al puesto fronterizo de Tayikistán, se circula durante una decena de kilómetros en «tierra de nadie». La carretera, en todo ese tramo, estaba en muy mal estado. Nos parecía imposible que los coches circularan por ella, pero los potentes y viejos jeeps, y la habilidad de los conductores, hacen que sea posible. Eso sí, en general, la ruta en coche, no es apta para cardiacos.
Tras unos kilómetros en «tierra de nadie» llegamos al puesto fronterizo tayiko. Aquí, Turat nos pidió que no nos bajáramos del coche y no sacáramos fotos. Él se encargaría de gestionarnos la entrada en el país. Nosotros teníamos nuestra visa, tanto para Tayikistán como para Gorno-Badakhshan, pero estaba claro que los militares necesitaban revisarlo y, además, recibir una «pequeña compensación» por el trabajo.
Estuvimos allí más de una hora, sin bajarnos del coche, ya que Turat ayudó a unos turistas que iban sin guía, a los que no dejaban pasar, explicándoles «el protocolo» de la aduana. Finalmente, tras revisar todo el coche y nuestras pertenencias, nos dejaron pasar, con el pasaporte sellado.
A lo largo de la ruta, tuvimos que parar en varios controles militares, la mayoría bastante rápidos, gracias a una pequeña «contribución» de somonis.
Tras el trámite fronterizo, pudimos continuar la ruta, ya en tierras de Gorno-Badakhshan, pudiendo disfrutar de ver cómo el paisaje y los colores iban cambiando a medida que íbamos cruzando los pasos de montaña. Nos pasamos el día boquiabiertos en el coche, disfrutando de cada instante.
Después del paso Kyzyl-Art, empezamos a descender por la carretera, que iba mejorando su estado, hasta parecerse más a una «carretera asfaltada». Así continuamos durante bastantes kilómetros hasta que, poco a poco, empezamos a ver a lejos el Lago Karakul. La imagen de la larga carretera, con el lago a un lado y las montañas a otro, era increíble.
Cada vez teníamos el lago más cerca. Turat nos propuso ir a comer al pueblo llamado Karakul, pegado al lago del mismo nombre, para así poder reponer fuerzas y acercarnos a la orilla de este lago salado. El pueblo, y el lago en sí, están en un enclave precioso, rodeado de altas montañas.
El pueblo es un conjunto de casas blancas diseminadas. Parecía un lugar inhóspito. Las condiciones de vida en el lugar no parecían ser fáciles. Turat nos llevó a comer a un homestay donde tomamos un básico plato de pasta que nos supo riquísimo. Compartimos mesa con algunos turistas allí alojados y con otros guías.
Después de comer, aprovechamos a dar un paseo por el pueblo y acercarnos a la orilla del lago.
Enseguida Turat nos animó a continuar la ruta, ya que todavía nos quedaba un buen rato para llegar a Murgab. Así que, nos pusimos en marcha y continuamos la ruta.
Turat nos avisó de que probablemente tendríamos un rato de mareo por el mal de altura, sobre todo teniendo en cuenta que teníamos que pasar por el paso «Ak-Baital», que está a 4.655 m.s.n.m. La altura de este paso es la que permite decir que la ruta del Pamir es la segunda carretera más alta del mundo (tras la carretera Karakorum en Pakistán).
En lo alto del paso, paramos para bajarnos del coche y contemplar las maravillosas vistas. Andamos despacio, porque se notaba el mareo provocado por la altitud. Una rara sensación, que repetimos durante muchos momentos de la ruta. En todo caso, durante todo el viaje estuvimos bebiendo mucha agua y té, que ayudaron y disminuyeron los efectos del mal del altura.
Tras este paso, continuamos el trayecto, haciendo pequeñas paradas para estirar las piernas o, simplemente, para bajarnos del coche y mirar alrededor, disfrutando de las vistas, la tranquilidad y el silencio.
Finalmente llegamos a Murgab, el pueblo de Turat. Se le notaba la felicidad de poder llegar a su casa. Murgab es uno de los pueblos más grandes de la región, con unos 4.000 habitantes.
Turat nos dejó en el Hotel Pamir, en el centro de Murgab. Nos dijo que, aunque hay otras guesthouse en Murgab, este hotel tenía algunas comodidades más, no habiendo demasiada diferencia de precio entre los alojamientos. El hotel era muy básico y austero, pero a diferencia del resto de guesthouses, contaba con un generador de luz, gua caliente dos horas al día y baño occidental.
El precio de la habitación fue de 350TJS (unos 40$ la noche) por una habitación doble con baño privado y con desayuno incluido. Mirando alrededor y viendo la austeridad de todo el pueblo, sentimos que alojarnos allí era todo un lujo.
Turat se quedaría a dormir en su casa de Murgab. Quedamos con él al día siguiente temprano. Nos animó a dar una vuelta por el pueblo, así que aprovechamos para dar un paseo.
El simple hecho de andar por sus calles y ver a su gente es lo mejor que se puede hacer allí. Disfrutar de otro modo de vida diferente al que estamos acostumbrados. A pesar de ser un pueblo relativamente grande, sus edificios y calles parecen anclados en el pasado.
Por supuesto, paramos en el mercado de Murgab, una especie de calle con contenedores de barco donde cada uno tiene su tienda y vende sus productos. Había un poco de todo. En general, productos básicos de comida y algunas artículos para el hogar. Nosotros aprovechamos a comprar, en una especie de tienda de alimentación, una coca-cola y unas galletas para poder cenar después. Los productos son algo caros, algo que choca la principio, pero, pensando en que llegan hasta aquí desde Osh y tras haber visto el estado de la carretera, lo entendimos perfectamente. De hecho, a lo largo de la ruta nos encontramos con varios jeeps cargados de productos básicos, que, efectivamente, se dirigían a Murgab y a otros pueblos cercanos.
En el centro de la ciudad, como en otros muchos lugares de Tayikistán, nos encontramos una estatua a Lenin, herencia soviética.
Tras el paseo, donde una vez más, tuvimos la mirada curiosa de los niños del pueblo, nos fuimos al hotel. Empezaba a anochecer y queríamos aprovechar para ducharnos. Nos dijeron que empezaba a funcionar el agua corriente a partir de las 7 de la tarde. Nos duchamos rápido, pero disfrutando al máximo de ese pequeño placer.
Tras la ducha, nos quedamos en la habitación del hotel mirando al exterior. La ciudad no tenía iluminación. Sólo se distinguían algunas luces en algunas casas, la mayoría casas de huéspedes donde tenían un generador o batería que les permitía tener algunas bombillas. En el hotel Pamir tenían un generador algo más grande, para permitir que, al menos, las dos bombillas de cada habitación se funcionen. Es curioso, como un pueblo tan grande, hoy en día, sigue sin tener acceso a servicios que normalmente asumimos como básicos.
Sintiéndonos afortunados, apagamos la luz para poder descansar. Al día siguiente nos esperaba un largo día hasta Alichur.
Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 21 días en Kirguistán, Tayikistán + GBAO y Uzbekistán.