Samarcanda merece varios días de visita. Nosotros, reservamos los dos últimos días para visitar la ciudad, ya que nuestro vuelo de vuelta salía desde el aeropuerto internacional de Samarcanda.
Hay varias visitas obligadas en Samarcanda, aunque simplemente callejear por esta urbe, de aproximadamente medio millón de habitantes, es todo un regalo. En 2001 fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Siempre habíamos querido visitar el corazón y uno de los principales enclaves de la ruta de la seda.
Samarcanda se fundó en el siglo V a.C., fue capital del imperio Sogdiano antes de ser conquistada en el siglo IV a.C. por Alejandro Magno. Tras él pasó a manos de los árabes, de los persas, de los turcos, de los mongoles de la mano de Gengis Khan y tras éste, de Tamerlán, quien la convirtió en la capital de su imperio.
Finalmente, en el siglo XVI, la capital se trasladó a Bujara y Samarcanda quedó un poco olvidada. Además, sufrió varios terremotos que acabaron por dejarla prácticamente despoblada.
La llegada de los rusos y la construcción del ferrocarril fueron los que devolvieron la vida a Samarcanda, siendo, hoy en día, una de las ciudades más importantes de Uzbekistán.
Nosotros, tras llegar en un largo viaje de más de 10 horas en tren desde Urgench, estábamos muertos de cansancio. Lo primero que hicimos nada más llegar a la moderna estación de Samarcanda fue coger un taxi, que por 10.000 SOM ( 2,5€ aprox.) nos llevó hasta el hotel Bibikhanum, donde nos íbamos a alojar los dos días siguientes.
Aprovechamos a dormir un rato, para descansar del viaje en tren, y así poder visitar Samarcanda a partir del mediodía.
Por supuesto, quisimos empezar nuestra visitar por el Registán, que ya habíamos visto de noche fugazmente en nuestra parada de camino a Bujara. En cualquier caso, a lo largo del día, entre visita y visita, acabamos pasando varias veces por delante.
Para entrar, tuvimos que hacer una pequeña cola en la parte trasera de la madrasa que queda a la derecha. La entrada nos costó unos 29.000 SOM por persona (unos 7,5 €) y el ticket tenía validez para un día. Actualmente, las entradas se pueden comprar en la web del Registán, donde podrás ver horarios y precios actualizados. Por lo general, el Registán abre todos los días de la semana.
Una vez dentro, puedes visitar las tres madrasas: a la izquierda, está la Madrasa Ulugbek; en el centro, la Madrasa Tilla-Kari y, a la derecha, la Madrasa Sher Dor.
Una madrasa o madraza es el nombre que se da en la cultura árabe a cualquier tipo de escuela, sea religiosa o secular. El uso específico en Occidente refiere, por lo general, a una escuela religiosa islámica. En el caso del Registán, era además el centro neurálgico y comercial de la ciudad, donde acudían los mercaderes a comprar y vender mercancías.
Hoy en día se parece más a lo último, ya que en muchos habitáculos del interior hay muchas tiendas donde poder comprar souvenirs.
Aunque, al menos cuando fuimos nosotros, había visitantes en el Registán, no era algo desmesurado. Quizás porque, aunque Uzbekistan, a diferencia de Kirguistán y Tayikistán, es un destino algo más turístico, aún no está muy explotado y masificado. Nosotros lo visitamos tranquilos y sin muchos agobios, salvo por el calor.
La Madrasa más antigua es la Ulugbek (1420), la Madrasa Tilla-Kari data del 1660 y la Madrasa Sher Dor del 1636.
Todas son espectaculares, aunque, por dentro, para nosotros, la más imponente y mejor conservada es la Madrasa Tilla-Kari.
Disfrutamos mucho de la visita al Registán, contemplando cada esquina, cada azulejo y cada color, que cambia en función de desde dónde lo mires o del momento del día que pases. Nada tienen que ver los colores de las cúpulas al amanecer que al atardecer, o a plena luz del sol. ¿Cuándo es mejor verlas?….¡En todos esos momentos!
Aprovechamos a comer algo rápido en un restaurante enfrente del Registán, para así aprovechar la tarde viendo la Mezquita Bibi Khanum.
La entrada a la Mezquita de Bibi Khanum nos costó 19.000 SOM uzbekos (unos 5€). Dentro está prohibido hacer fotos, a menos que pagues un extra. Esto sucede en muchos de los monumentos de Uzbekistán. Nosotros aquí decidimos no pagarlos y, simplemente, disfrutar de la mezquita, que es verdaderamente bonita y que merece la pena visitar.
Bibi Khanum fue una de las esposas de Tamerlán.
Cuenta la leyenda que la mujer quiso dar una sorpresa a su marido mientras éste estaba fuera de Samarcanda: mandó construir esta mezquita para su marido. Parece ser que el arquitecto se enamoró de Bibi Khanum y no quería terminarla hasta que ella le diera un beso. El arquitecto consiguió besarle y el beso dejó una marca, a modo de lunar, en la cara de Bibi . Cuando Tamerlán se enteró, mandó ejecutar al arquitecto y, además, desde ese momento, ordenó a todas las mujeres utilizar velo para así no tentar a los hombres.
Escuchamos otras variantes de esta leyenda, pero, en esencia, la moraleja es que hemos contado. Aunque tenemos que decir que, la mayoría de las mujeres, no llevaban velo por la calle.
Enfrente de la mezquita está el pequeño Mausoleo de Bibi Khanum. El precio de la entrada era de 5.000 SOM (aprox. 1,5€), aunque se puede ver perfectamente sin entrar al recinto. Nosotros no entramos y simplemente contemplamos el Mausoleo desde la entrada.
Y, para acabar el día, aprovechamos a relajarnos en la terraza del hotel, con unas vistas maravillosas de la mezquita. Vimos el atardecer y el cambio de colores de las cúpulas, disfrutando de una cena típica uzbeca a base de brochetas y verduras a la brasa. Después de un intenso día, fue el mejor regalo.
Tras acabar, nos fuimos a descansar para poder seguir disfrutando de Samarcanda al día siguiente.
Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 21 días en Kirguistán, Tayikistán + GBAO y Uzbekistán.