Nuestro vuelo a Katmandú salía al mediodía, así que dedicamos nuestras últimas horas en Bután de manera tranquila y relajada. No madrugamos mucho, desayunamos tranquilos en el hotel de Paro, con unas buenas vistas, y recogimos nuestras mochilas.
Desde allí, nos llevaron al aeropuerto, donde nos despedimos de Sajan y Ram.
El aeropuerto es muy pequeño y la facturación es muy rápida. El proceso de salida, para estampar nuestro sello en el visado, también lo fue. Normalmente no hay más que 2 o 3 vuelos diarios, por lo que no es un aeropuerto muy concurrido. Tiene, eso sí, todas las comodidades y es bastante bonito o, al menos, diferente al resto de aeropuertos a los que estamos acostumbrados.
Si te han sobrado algunos billetes de moneda local, no podrás cambiarlos en el aeropuerto a otra moneda, pero, si quieres, puedes gastarlos en un par de tiendas de la sala de espera o en un pequeño bar que hay.
Puntual, nuestro avión salió con destino Katmandú. Habíamos cogido asientos en el lado derecho del avión, para tratar de ver la cordillera del Himalaya de camino a Nepal. Sin embargo, no pudimos ver demasiado y el vuelo fue muy movido, tanto que el avión tuvo que dar varias vueltas antes de aproximarse al aeropuerto. Había una tormenta muy fuerte y pasamos uno de los peores vuelos y aterrizajes de nuestra vida. Es curioso, teníamos respeto a aterrizar en Paro y los problemas los tuvimos para aterrizar en Katmandú.
Tras un mal rato y casi 1 hora más de lo previsto en el aire, finalmente, tomamos tierra en la capital de Nepal.
La entrada en el país fue rápida, ya que teníamos el visado de múltiples entradas y simplemente comprobaron nuestro pasaporte, estampando un nuevo sello en el visado. Cogimos un taxi que, por 700 NPR (unos 5,5€), nos llevó directos al hotel Shree Tíbet, en Thamel, donde pasaríamos nuestras dos últimas noches en Nepal.
Dejamos en el hotel nuestras cosas, comimos algo de fruta y aprovechamos las horas siguientes a callejear por Thamel y comprar algún souvenir para nuestros familiares y amigos. Como ideas originales, fáciles y a un precio razonable, te sugerimos llevar banderas de oración, cuencos tibetanos o sal rosa del Himalaya. Por supuesto, en Thamel encontrarás eso y mucho más.
Antes de que anocheciera, decidimos ir a ver la estupa de Boudhanath, una de las más famosas de Nepal y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1979. Cogimos un taxi que, por unos 400NPR (unos 3€), nos llevó hasta allí. Había mucho tráfico y tardamos más de 1 hora en llegar desde Thamel. Aunque el precio por entrar a la plaza, donde está situada la estupa, era de unos 400 NPR, a partir de las 18:00 de la tarde, entrar es gratis. Sin saberlo, al llegar un poco más tarde de lo previsto, nos ahorramos ese dinero.
La estupa es imponente. Tiene 36 metros de alto y ocupa una gran extensión de terreno, con su peculiar forma representando un mandala. De hecho, es fácilmente visible en el vuelo cuando te estás aproximando al aeropuerto de Katmandú.
Está situada en el centro de una plaza peatonal. Es una de las mayores estupas del mundo, admirada por muchos nepalíes y, sobre todo, por los muchos tibetanos que viven allí.
Había muchos peregrinos haciendo el ritual del kora, es decir, rodeando la estupa en el sentido de las agujas del reloj, mientras meditaban, rezaban y hacían girar ruedas de oración.
Un lugar que visitar si vas a Katmandú. Nos gustó verlo al atardecer. Un sitio místico y particular.
Alrededor de la estupa hay bastantes bares, restaurantes y tiendas de artesanía y recuerdos. Nosotros decidimos volver a un sitio conocido y cogimos un taxi que, por 400 NPR, nos llegó al restaurante Rosemary, en Thamel, donde ya habíamos estado antes y teníamos opciones sin gluten.
Tras una cena tranquila nos fuimos a descansar. El día siguiente, sería nuestro último día en Nepal.
Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 23 días en Nepal, Tíbet y Bután.