Amanecemos en Langar. La cama era mucho más cómoda que el día anterior, por lo que descansamos bastante bien. Desayunamos en el patio del homestay: café, tostadas y fruta. Tenemos que reconocer que, la comida que más disfrutamos durante toda la ruta, fueron los desayunos.

Tras desayunar y recoger nuestras cosas, nos lanzamos de nuevo a la carretera. El destino final del día era Khorog, la capital de GBAO. Para llegar hasta allí, íbamos a hacerlo a través de la carretera que discurre a un lado del río Panj. Al otro lado del río, Afganistán. En la ruta íbamos a hacer varias paradas: las termas de Bibi Fatima, la fortaleza de Yamchun y la aldea de Ishkashim.

Recorrimos bastantes kilómetros disfrutando a través de la ventanilla de las vistas de Afganistán, hasta llegar a las termas de Bibi Fatima. Son unas famosas termas a las que acude gente, incluso desde Khorog, para aprovechar los beneficios curativos de sus aguas.

El edificio de las termas está construido entre las rocas. Las termas están separadas para hombres y mujeres. El precio es de 10TJS (aprox. 1$) por persona.

Una vez dentro, tras pagar la entrada, nos separamos para ir cada uno a nuestro vestuario. Allí puedes dejar las cosas en una especie de taquillas. Nosotros, dejamos las cosas de valor en el coche, donde se quedó Turat. Desde el vestuario se accede a las termas, donde sólo se permite entrar desnud@. Allí compartes las cálidas aguas con el resto de visitantes, la mayoría locales. El espacio no es demasiado grande, pero suficiente para disfrutar durante unos minutos. En las termas de hombres, hay buenas vistas a las rocas y a las montañas. En cambio, en el de mujeres, no hay vistas.

Tras disfrutar un rato de las termas, volvimos a los vestuarios y nos cambiamos para volver al exterior. Fue una buena experiencia que recordamos con cariño, ¡aunque quizás no tuvo los beneficios curativos que esperábamos!

Apenas a unos minutos de las termas se encuentra el fuerte de Yamchun, una fortaleza de unos 2.000 años de antigüedad que se utilizó para proteger el territorio en el imperio de Kushan. Las vistas de la fortaleza, con el valle Wakhan y la cordillera del Hindú Kush detrás, con los picos nevados, son impresionantes.

Aprovechamos a disfrutar durante un buen rato de las vistas. La fortaleza por si sola no nos impactó demasiado, pero sí todo el conjunto con el enclave que la rodea.

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Fortaleza de Yamchun con el Hindú Kush al fondo
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Buenas vistas del valle de Wakhan
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Afganistán y Tayikistán, separados por el río Panj

Tras la parada, continuamos con destino Ishkashim, una aldea tayika, que tiene al otro lado de la frontera, en Afganistán, un pueblo del mismo nombre.

Ishkashim cuenta con una frontera por la que acceder a Afganistán. Es la primera y única frontera por la que acceder al llamado Wakhan Corridor afgano. En esta ocasión, no teníamos intención de recorrer esa zona de Afganistán, que nos habían recomendado y que parecía, al menos desde la frontera tayika, digna de ver. Es algo que dejamos pendiente y que nos gustaría visitar. Si quieres visitarlo, nos contaron que una de las opciones más sencillas para obtener el visado afgano es en la propia frontera de Ishkashim.

Nuestra intención era simplemente cruzar al mercado afgano de Ishkashim (Afganistán). Es un mercado al que está permitido cruzar desde el lado tayiko y donde los comerciantes de ambos países compran, venden o intercambiar sus productos. En el caso de los turistas, nos habían dicho que podíamos dejar el pasaporte en la frontera, cruzar a visitar el mercado afgano y volver (y recuperar nuestro pasaporte).

Teníamos ganas de conocer el mercado. Fue uno de los motivos principales por los que paramos en Ishkashim. Sin embargo, cuando llegamos a la frontera, estaba cerrada. Nos dijeron que el mercado estaba también cerrado. El motivo era que las tensiones entre ambos países no pasaban esos días por su mejor momento y, por motivos de seguridad, habían clausurado temporalmente la frontera. Era algo que sabíamos que podía suceder, pero nos dio bastante rabia en aquel momento.

En cualquier caso, a pesar de esas tensiones, nosotros no sentimos en ningún momento inseguridad en la ruta del Pamir y, en concreto, en todo el recorrido por el valle del Wakhan. Al contrario de lo que se suele oír, los afganos y tayikos con los que nos cruzamos fueron gente amable, cercana y siempre con una sonrisa en el rostro.

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Vistas de Afganistán desde Tayikistán.

A pesar de la decepción, nos quedamos en Ishkashim para comer en un pequeño restaurante de la aldea. Retomamos fuerzas y nos pusimos en marcha, ya que aún quedaban bastantes kilómetros hasta Khorog. Las vistas de las pequeñas cascadas, las montañas y los pequeños pueblos afganos, al otro lado del río, hacían del viaje todo un regalo.

Todo iba bien, hasta que, de repente ¡pinchamos! Era algo que también podía suceder y sucedió. De hecho, habíamos visto a lo largo de la ruta varios coches parados arreglando un pinchazo. Algo que, obviamente, no parecía demasiado difícil teniendo en cuenta el estado de la carretera.

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El pinchazo en la rueda

Turat se enfadó bastante y, aunque nos dijo, que, al menos, un pinchazo en toda la ruta, podía ser algo normal, obviamente no le agradaba, ya que tendría que reparar el neumático al llegar a Khorog.

A nosotros tampoco nos gustó pinchar, pero nos alivió bastante ver que el percance sucedió en una recta relativamente ancha y no en la parte estrecha de la carretera con el precipicio a un lado.

Tras el enfado inicial, Turat se puso manos a la obra para buscar las herramientas y arreglar el pinchazo. Enseguida paró un coche, que llevaba a otros turistas, y el chófer se puso a ayudar a Turat. La camaradería entre los conductores en la ruta del Pamir es clave. Turat nos contó como se ayudan entre ellos para solucionar todos los percances que les puedan surgir en el camino.

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Llegaron los refuerzos para arreglar el pinchazo

Entre los dos conductores arreglaron el pinchazo bastante rápido y pudimos continuar y seguir disfrutando de la carretera y de las maravillosas vistas al lado del río Panj.

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De camino a Khorog

En algunos tramos, el río bajaba con una fuerza inmensa.

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Río Panj

Tras un largo día, llegamos a Khorog. Una ciudad que cuenta con casi 30.000 habitantes y que parecía un oasis en el desierto. De repente, las calles estaban asfaltadas, había algunas casas modernas, coches nuevos de alta gama, un estadio de futbol, tiendas, restaurantes. El motivo principal es que, históricamente, la zona alrededor de Khorog es uno de los lugares de mayor tráfico de opio y heroína desde Afganistán hacía Europa.

Tras llegar a Khorog y recorrer en coche sus calles, Turat nos llevó hasta el hotel L’al Inn. Allí nos ofrecieron una habitación doble con baño privado y desayuno por 390TJS (unos 45$). Por supuesto nos quedamos: la habitación era moderna, cómoda y,además, queríamos disfrutar de una ducha caliente.

Después de ese homenaje, que nos supo a gloria, salimos a pasear por la ciudad. Las calles estaban llenas de gente, de familias paseando, de niños jugando en los parques… Tras unos días en los que habíamos recorrido pequeñas aldeas, se hacía raro tanto bullicio.

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Paseando por Khorog

Paseamos tranquilos por las calles y nos paramos a cenar en el céntrico restaurante Choi Khona, donde comimos un plato de pasta, una hamburguesa y un helado. Todo delicioso. Tras una semana en el que los ingredientes principales habían sido cordero y pan…. comer tranquilos aquella comida fue todo un regalo.

Tras la cena, totalmente relajados, volvimos dando un paseo hasta el hotel, para descansar en una cómoda cama.


Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 21 días en Kirguistán, Tayikistán + GBAO y Uzbekistán.