Venecia, a pesar de que pueda parecer caótica y agobiante, con sus miles y miles de turistas, sus canales repletos de góndolas y barcos… tiene una magia especial que nos encanta y que hizo que nuestra corta visita fuera única.
Nos hubiera gustado visitar la ciudad durante más días, aunque exprimimos nuestra estancia al máximo, visitando algunos de los lugares más representativos de la ciudad. Para saber cuáles son, puedes leer directamente nuestro post Qué ver en Venecia. Y, sobre todo, aprovechamos a callejear y perdernos por sus calles.
Nos levantamos temprano, y nos dirigimos a la emblemática Plaza de San Marcos. De camino, nos paramos una y otra vez en sus calles y puentes, para admirar los edificios, los canales… La plaza tiene un encanto especial. Por supuesto, está llena de turistas, aunque menos de los que esperábamos y, según nos habían dicho, una y otra vez, de carteristas, por lo que conviene ser cuidadoso con los objetos personales. Nosotros vimos, no sólo en la plaza, sino paseando por el centro de la ciudad, varios intentos de robos, por lo que te recomendamos se lo pongas lo más difícil posible a los cacos.
En la Plaza de San Marcos se encuentra la Basílica de San Marcos, el Palacio Ducal, la Torre del Reloj, El Campanario de San Marcos…
Para visitarlos, sobre todo la Basílica y el Palacio Ducal, tendrás que reservar, con varios días de antelación, una entrada por internet.
Nosotros no teníamos entrada, así que disfrutamos de todos los monumentos desde el exterior y de la propia plaza durante un buen rato. Después, nos acercamos al Muelle de San Marcos, para pasear y ver las cientos de góndolas que hay en los embarcaderos que hay en su orilla, con la Iglesia San Giorgio Maggiore al fondo. Desde allí, también pudimos acercarnos a ver el Puente de los Suspiros, cuya historia nos deja fascinados…
El puente conectaba el antiguo tribunal con la prisión. Su nombre se debe a que los prisioneros que pasaban por allí, camino de la prisión, se paraban durante unos segundos a mirar por los ventanucos del puente, suspirando porque, probablemente, no volverían a ver la luz del Sol.
Desde allí, nos dirigimos al Palacio Contarinio del Bovolo, un monumento no especialmente conocido, dentro de lo más relevante que visitar en Venecia, pero que nos encantó. El palacio debe su nombre a su peculiar escalera de caracol (bovolo, en italiano). En el siglo XV, los Contarini, una importante familia de Venecia, decidieron construir, no sólo un palacio, sino también esta curiosa escalera. Aunque no era necesaria, ya que sólo decora su fachada, les dio el prestigio que buscaban. Se puede comprar la entrada allí mismo, pero se recomienda reservar ocn antelación.
Tras subir las escaleras y divisar gran parte de la ciudad, descendimos de nuevo para dirigirnos al muelle de nuevo. Queríamos cruzar a la Basílica de Santa María de la Salud. Un modo económico y divertido de hacerlo es en góndola. Y pensarás… ¡y muy caro!. Pues no, ya que, si no te importa compartir góndola con otras 10-12 personas y hacer una pequeña cola, podrás cruzar el canal por sólo 2€.
Nosotros la cogimos en «Gondole Dogana Vallaresso». Una vez en el otro lado, visitamos la Basílica de Santa María de la Salud, cuya entrada es gratuita, y callejeamos por esa parte de la ciudad hasta llegar a la pizzería OKE Zattere, donde comimos de maravilla, muy tranquilos.
Tras la comida, volvimos callejeando tranquilamente, disfrutando de las calles, los canales, los puentecitos, las tiendas de artesanía, de disfraces… Cruzamos al otro lado por el Puente de la Academia y nos dirigimos de nuevo a la Plaza de San Marcos, ya que teníamos reservadas entradas para ver el Campanario. Todo un acierto, ya que, con la entrada reservada no hay colas. Se sube en ascensor hasta la parte más alta, desde donde hay unas vistas maravillosas de la Plaza, la Basílica y la ciudad en general…
Si tienes los tímpanos preparados, puedes quedarte a escuchar las campanas, en las horas punta.
Tras bajar, intentamos entrar en la Basílica. Sí, no teníamos entrada, pero queríamos intentarlo. Habíamos leído en internet varios «trucos» para visitarla, dejando las maletas en la consigna y pidiendo una visita rápida, etc… Nosotros, simplemente, nos dirigimos a la entrada lateral izquierda, desde donde se accede a las misas, y le dijimos al guardia que queríamos asistir a la misa. Teníamos pinta de turistas, sí, pero, tras pensarlo un poco, nos dejo pasar… Fue todo un regalo, ya que ver por dentro la Basílica es espectacular. Nos dejó sin palabras. Por respeto, no estuvimos demasiado tiempo. El justo para dar una pequeña vuelta, admirarla y volver a salir.
Contentos por haberla vistado, nos fuimos callejeando hacía el Puente Rialto, uno de los iconos de la ciudad y que pudimos ver al amanecer, durante la tarde y también a la noche. Siempre repleto de gente, pero imprescindible cruzarlo.
Desde allí nos acercamos andando hasta la Librería Aqua Alta, un sitio particular que merece la pena visitar. Está situada en la plaza Campiello del Tintor y tiene miles y miles de libros, apilados en góndolas, en estantes, rodeados de gatos…
Y, aunque habíamos andado mucho durante el día… queríamos acabarlo de la mejor manera, probando un helado de barquillo 100% sin gluten. Para ello, nos fuimos hasta la Heladería Grom y disfrutamos de un riquísimo helado, sentados en la plaza al lado de la calle de le Botteghe.
Con un buen sabor de boca, por el helado y por lo que nos había gustado el día en Venecia, nos fuimos a descansar al hotel.
Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 13 días en Eslovenia y Croacia.