Las singulares Cabañas en los Árboles – Zuhaitz Etxeak se encuentran a medio camino entre Vitoria y Bilbao, apenas a 30 minutos de la primera. La localidad más cercana es Ochandiano.
Dormir en una cabaña en lo alto de un árbol es una experiencia diferente y curiosa. A nosotros no nos llamaba demasiado la atención y nunca nos habíamos planteado hacerlo, pero nos lo regalaron y nos animamos a disfrutar de esta peculiar actividad.
Regalar una noche en las cabañas es un regalo original que se ha puesto de moda en los últimos años y que está marcando tendencia. De hecho, la espera para reservar es bastante grande, sobre todo si quieres dormir un viernes o sábado. Nosotros tardamos más de 10 meses en encontrar un hueco libre, en septiembre de 2021.
La experiencia de alojarte en una cabaña en el árbol puede ir acompañada de muchas actividades en todo el País Vasco, si tienes más tiempo, o de pequeños enclaves alrededor, si sólo vas a pasar el fin de semana. Por supuesto, también cabe la opción, como hicimos nosotros, de sólo dedicar tu tiempo a relajarte en lo alto del árbol, sentado en una silla y disfrutar del olor del bosque y del silencio.
Hay 10 cabañas diseminadas por el bosque. Cada una es totalmente diferente. Hay unas más altas, algunas con más comodidades que otras…
También puedes alojarte en unos carromatos zíngaros. A nosotros nos habían regalado una noche en la cabaña «Amalur».
Tras llegar al parking de la recepción, fuimos al edificio principal, donde hicimos el registro y nos dieron todas las indicaciones necesarias para nuestra estancia. Nos dieron la llave y una pequeña mochila con lo necesario (mapa, instrucciones, linterna…) y nos dirigimos a nuestra cabaña.
A todas se llega por un camino entre los árboles. Se puede ir andando, aunque la primera cabaña está a unos 2 km. desde la recepción y la más alejada a unos 4 km.
Nosotros decidimos ir en coche, ya que enfrente de cada cabaña hay un lugar donde dejar dejarlo. Y una vez allí, sólo tendrás que subir las escaleras para llegar a lo alto del árbol. La cabaña más alta está a 17 metros del suelo. La nuestra estaba a 7 metros.
El acceso a la cabaña es diferente en cada una de ellas: en algunas se accede por unas escaleras de caracol y en otras, como la nuestra, se accede trepando por unas escaleras hasta una puerta-trampilla, que es la entrada a la cabaña. Antes de subir, tendrás que dejar enganchado el equipaje en una cuerda que hay abajo, junto a la escalera, para subirlo cuando estés en la cabaña, con un sistema de polea.
En el interior, la cabaña está amueblada y decorada con todo detalle.
La sensación es particular, ya que hay una especie de balanceo que al inicio da un poco de respeto, pero al que luego te acostumbras. Aunque haga un poco de viento, la cabaña es totalmente segura.
Para desayunar, las reservas incluyen el desayuno, que dejaran por la mañana colgado de una cesta, para que sólo lo tengas que subir con una polea y disfrutar.
El desayuno es de calidad, aunque, en nuestra opinión, un poco justo: pan, mantequilla, mermelada, miel, yogur, café, leche y zumo. Nosotros habíamos pedido opciones sin gluten y, aunque habíamos avisado con antelación y sabían que acudíamos ese día, nos dijeron que se les había acabado la bollería sin gluten.
Para cenar, puedes hacerlo en la cabaña, reservando con antelación, en algún restaurante de los pueblos cercanos o, simplemente, llevarte tu picnic. El precio de la cena en las cabañas es algo elevado. Además, en nuestro caso no nos generó mucha tranquilidad en lo relativo al gluten.
Salvo por lo anterior, disfrutamos de una estancia tranquila y relajada y, aunque quizás no repitamos, es una experiencia que recomendamos probar.