Amanecemos en el Eco House Guesthouse de Osh. Un poco desorientados tras nuestro periplo por Kirguistán. Además, estábamos un poco flojos de fuerzas: Sandra no se encontraba muy bien de la tripa y David tenía la pantorrilla hinchada por una picadura de araña (de la yurta de Bokonvaebo).
A pesar de ello, nos levantamos con ganas de visitar Osh, ya que sólo teníamos un día para verlo antes de comenzar la ruta del Pamir. Cogimos fuerzas con un completo desayuno en el patio del hotel, a base de tostadas, café, fruta y yogur, y nos preparamos para visitar la ciudad.
Antes de marchar, dejamos ropa para lavar en el guesthouse, que recogeríamos al final del día. El precio por lavar un par de bolsas de ropa: 100 SOM (algo más de 1€).
Osh, con tan solo 300.000 habitantes constituye la segunda ciudad más importante del país, siendo más antigua que Biskek. La antigüedad de Osh se evidencia por la presencia de personajes como Alejandro Magno y por haber sido un punto importante en la ruta de la seda.
Hoy en día, Osh es una ciudad en la que viven diferentes culturas y en la que, casi, el 40% de la población es de origen uzbeko. Muchos habitantes provienen del Valle de Fergana, un territorio en conflicto situado entre tres países: Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán.
En lo relativo al turismo, desde nuestro punto de vista, no tiene demasiado para visitar y la ciudad no es especialmente bonita, con edificios ex soviéticos bastante decadentes. La parte positiva de Osh es que es un buen sitio como punto de partida o intermedio para hacer rutas por Uzbekistán, China o como punto de inicio o fin para la ruta del Pamir, como era nuestro caso.
El principal punto turístico es la colina de Suleiman Too o Trono de Salomón. Es un importante centro de peregrinaje islámico, ya que se dice que allí está la tumba del profeta Salomón. Alrededor de la colina hay varias mezquitas y, ascendiendo, un museo. También tiene varios miradores con vistas a la ciudad. El lugar es Patrimonio de la Humanidad de Unesco.
Nosotros decidimos rodear la colina, ascendiendo por la parte trasera, justo detrás de una de las principales mezquitas, y, al llegar al santuario, bajar por unas escaleras hasta la parte delantera de la colina. El recorrido, al menos cuando lo visitamos nosotros, se podía hacer en sentido inverso o, incluso, subir y bajar por el mismo sitio.
Entramos por la entrada situada en un lateral de la colina. Está a unos 200 metros tras pasar la mezquita Suleimán Too. El precio para acceder fue de 20 SOM por persona (unos 30 céntimos €).
Desde la entrada empezamos a subir andando, a pesar del calor. El camino, que no tiene pérdida, estaba lleno de peregrinos locales.
En el camino que va hasta el museo, hay una roca en particular en la que había niñ@s y adultos tirándose como si fuera un tobogán. Dicen, que la montaña tiene propiedades curativas sagradas y que tirarse unas tres veces por la roca hace que no tengas problemas de espalda. En otras zonas de la montaña, vimos también a vari@s ancian@s meter la mano en una roca, para, según dicen, no tener problemas en las articulaciones. Éstas, junto con otras historias sobre las propiedades de la montaña, hacen que para muchas personas sea una especie de sanatorio natural.
La subida bajo el ardiente sol fue dura, pero a lo largo del camino había varias personas vendiendo agua. En cualquier caso, te recomendamos que lleves algo para hidratarte, ya que no hay casi sombras.
Cuando llegamos al museo, teníamos dudas de si entrar, ya que habíamos leído que no tenía demasiado interés. Vimos un cartel en la entrada en el que indicaba que el precio era de 50 SOM por persona (unos 0,60 €). No nos pareció muy caro, así que nos animamos a entrar. De repente, cuando íbamos a pagar la entrada, nos dijeron que el precio para extranjeros era unas 5 veces más. No nos gustó mucho el gesto, ni tampoco las maneras en la que nos lo dijeron, así que nos dimos media vuelta y nos fuimos a disfrutar de las vistas.
Una vez pasado el mirador principal, seguimos hasta un pequeño santuario, donde paramos a descansar y a comprar agua de nuevo. Tras esa pequeña parada, comenzamos la bajada más pronunciada.
Tras un rato, llegamos al pie de la colina, donde está el único ger de 3 pisos del mundo, en el que se puede ver una exposición de fotos y artículos típicos de Kirguistán. Nosotros no entramos, pero si te apetece, la entrada cuesta 80 SOM (1,20 €).
Desde allí nos acercamos a los principales bazares de la ciudad: el Jaima, que se extiende por 1 kilómetro a lo largo del río, y el Kelechek Bazar (el bazar central), que dicen que es uno de los más grandes de Asia Central.
Ambos bazares estaban abarrotados de gente. Nos decepcionaron un poco, ya que esperábamos encontrar productos artesanales o más «auténticos». Sin embargo, son pequeños puestos en los que se venden productos manufacturados de todo tipo, aunque a un precio asequible. También hay puestos de comida, más propios de un mercado.
Respecto a la seguridad, habíamos leído recomendaciones de no ir al bazar, indicando que había policías que pedían el pasaporte y sólo lo devolvían tras pagar una mordida. Nosotros no tuvimos problema, no vimos muchos turistas, pero sí que vimos a varios policías tratando de seguirnos en varios momentos del paseo.
Desde el mercado fuimos andando en dirección al guesthouse, con ánimo de encontrar un restaurante donde comer algo. De repente, vimos uno que parecía tranquilo y de estilo más occidental y entramos. Coffee Brio, un sitio agradable y tranquilo, donde teníamos wifi y donde pudimos comer una pizza con un par de refrescos. Nos costó 370 SOM (unos 4€).
Con tranquilidad, seguimos hacia el guesthouse, pero, de repente, pasamos por la puerta de una peluquería y David, no pudo evitarlo. Como suele hacer en todos los viajes, aprovecha para cortarse el pelo en peluquerías locales y así charlar con los lugareños y vivir una experiencia diferente. Además, en este viaje el corte fue muy económico: 200 SOM (poco más de 2€). El lugar era una especie de salón de belleza y todo el mundo que estaba dentro, tanto hombres como mujeres, nos miraban curiosos.
Tras el corte de pelo, nos fuimos directos al guesthouse. Habíamos quedado con Turat, nuestro chófer de la ruta del Pamir, para hablar de los detalles del día siguiente.
Cuando llegamos, nos estaba esperando en la puerta de nuestra habitación. Habíamos cruzado con él muchos emails (el primer contacto lo hicimos a través de la web Indy Guide), pero no habíamos hablado en persona. Fue una sensación curiosa, sobre todo teniendo en cuenta que, tras la ruta, hicimos una buena amistad. Allí, en el guesthouse, nos presentamos y nos sentamos alrededor de una mesa. Nos explicó la ruta que íbamos a hacer y nos dio algunos consejos y recomendaciones. Nos dijo que al día siguiente teníamos que quedar pronto para cambiar dinero en el bazar (donde mejor cambio hay) y para comprar comida y agua para los 7 días siguientes. Además, le dimos un adelanto del precio acordado, que nos pidió para dejar preparado el coche, y quedamos en vernos temprano al día siguiente.
Cenamos algo ligero en la habitación (unos yogures y fruta que habíamos comprado cerca del guesthouse) y nos acostamos nerviosos por empezar la ruta al día siguiente.
Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 21 días en Kirguistán, Tayikistán + GBAO y Uzbekistán.