Nos despertamos, un día más, en Pokhara. Tras haber asumido que no haríamos el trekking de Pon Hill, habíamos pasado el día anterior visitando Pokhara y Raj, el gerente del hotel donde nos alojábamos, nos había propuesto una alternativa para hacer algo de montaña y disfrutar de la naturaleza y, si el tiempo lo permitiera, de las vistas.
La propuesta era hacer un trekking de dos días durmiendo una noche en el Australian Camp, con vistas a los Annapurnas. No era lo que inicialmente teníamos en mente, pero era una alternativa a disfrutar. En los viajes surgen imprevistos y hay que afrontarlos buscando otras opciones. ¡Ojalá todos los problemas en la vida fueran como esos!
Así que con esa energía positiva, desayunamos e hicimos una pequeña mochila para pasar un par de días fuera. El resto, lo dejamos en el hotel y aprovechamos también a dejar algo de ropa para que nos hicieran la colada, ya que teníamos ropa empapada del día anterior.
Después de desayunar apareció en el hotel Santos, un joven nepalí que iba a ser nuestro guía en la ruta. Venía andando desde su casa, en lo alto del valle. Enseguida llegó un chófer que Raj había contratado para llevarnos al inicio del trekking.
Nos montamos en el coche y disfrutamos de las vistas del trayecto, pasando por pequeños pueblos, por aldeas, con sus gentes, totalmente distinto a lo que estamos acostumbrados. Fuimos poco a poco ascendiendo en el viejo coche, casi a la par que la niebla…
El viaje duró aproximadamente 2 horas. Allí, en medio de una pequeña aldea, nos dejó el chófer y quedó con Santos para recogernos al día siguiente en otro punto, en la zona baja de otro valle próximo.
El clima era una mezcla de lluvia, humedad, calor… Caminamos unos 30 minutos por la carretera hasta desviarnos a un camino que se adentraba en el bosque. Seguimos ese sendero, más o menos marcado, durante toda la ruta.
Había tramos de tierra, otros de piedras, otros más salvajes. La subida fue dura, no tanto porque fuera pronunciada, sino por la humedad y por lo resbaladizo que estaba el suelo. Tuvimos que parar varias veces a lo largo de la subida para descansar, respirar y también para comer algo.
De vez en cuando nos adelantaba algún porteador a toda velocidad, con un inmenso fardo a la espalda y en chanclas. Entonces, continuábamos la marcha casi sin rechistar. Los porteadores subían a pequeñas aldeas o a los campamentos desde los que hacer las largas rutas de trekking.
Tras casi 2 horas de subida, llegamos al Australian Camp, un viejo campamento que sirve como punto de partida a muchas de las rutas que parten hacía los Annapurnas, como Mardi Himal, etc. y que Santos nos contó hacía con frecuencia.
Desde el Australian Camp, en los días despejados, se puede ver la cordillera del Himalaya, todos los valles y Pokhara. Cuando llegamos nosotros, las nubes cubrían las montañas. Eso sí, las vistas de los valles eran espectaculares y las disfrutamos mucho.
Tampoco pudimos ver el Machapuchare o Machhaphuchhare. Es una montaña de los Annapurna en Nepal. Es venerado por la población local como sagrado para el dios Shivá y, por lo tanto, no está permitida la escalada.
Tras descansar un rato, hablamos con Santos sobre el tema de la celiaquía y la contaminación cruzada, para que nos ayudará a que en el mini restaurante del alojamiento nos sirvieran algo que pudiéramos comer. Santos nos invitó a ir con él a la cocina mientras explicaba al cocinero cómo preparar la comida. Pedimos un arroz y una tortilla francesa. No queríamos complicar mucho las cosas y, además, queríamos ver cómo lo preparaban. La cocina era un espacio muy austero, lleno de utensilios, cazuelas, mil ingredientes… La verdad es que fueron muy atentos y cuidadosos.
Comimos en el comedor, disfrutando de la comida con tortas sin gluten que ya llevábamos. La acompañamos con té de jengibre y limón. Sólo había otra pareja de viajeros, así que estuvimos muy tranquilos. Pasamos la tarde totalmente de relax, leyendo, jugando a las cartas, descansando y desconectando. Disfrutamos de la tranquilidad del momento y el lugar. Dimos un paseo por la explanada del campamento, donde tuvimos unas vistas del valle preciosas, hasta que la niebla lo cubrió todo…y más tarde la lluvia.
Llegó la hora de cenar y nos atrevimos con el plato típico nepalí, el dal bhat, pero adaptado para que fuera sin gluten. El dal bhat se compone de dal, una especie de sopa de lentejas con cúrcuma, bhat, arroz blanco, y tarkari, verduras muy condimentadas cocinadas en sartén. Nos gustó probarlo. Cuando sigues la dieta sin gluten muchas veces es difícil probar los platos típicos de un país o ciudad, pero, en esa ocasión, pudimos hacerlo.
Tras la cena nos fuimos a descansar a nuestra habitación. El alojamiento era muy austero. Limpio, aunque con bastantes arañas. Era un lugar tranquilo, ya que había muy poca gente alojada. Con el sonido de la lluvia, nos quedamos dormidos.
Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 23 días en Nepal, Tíbet y Bután.