Había sido nuestra última noche en Lhasa. Nos levantamos, desayunamos y preparamos nuestra mochila para dirigirnos hacía Shigatse, donde pasaríamos la noche. Hasta allí hay unos 370 km. En el camino íbamos a hacer varias paradas para conocer otras maravillas del Tíbet.

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Camino al Everest

Yamdrok es uno de los tres mayores lagos sagrados del Tíbet, con una superficie de 638 km² y más de 72 km de largo. Según la mitología local, el lago Yamdrok es la transformación de una diosa. Los tibetanos consideran sagrados los lagos y las montañas, ya que son lugares donde habitan los dioses que los protegen y, por lo tanto, cuentan con poderes. En el caso de Yamdrok, se cree tiene poderes adivinatorios.

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Lago Yamdrok
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En la orilla del lago

Estuvimos un buen rato observando el lago, pero también las montañas que lo rodean, las banderas de oración en el paso y las manadas de yaks y ovejas pastando cerca del lago.

Aquí, Jigme nos contó una de las curiosidades que más nos impactaron: la forma de «tratar» a los muertos según la tradición de su religión. Hay cuatro formas principales de hacerlo. La primera, es llevar al muerto a la cima de una montaña sagrada, trocearlo y dejar que las aves carroñeras lo coman. La segunda, dejarlo en el agua, para que los peces lo devoren. La tercera, la cremación. La cuarta, el enterramiento bajo tierra. Nos contó más detalles sobre cada una de ellas y nos dijo que lo más honorable para un tibetano es, en general, que su cuerpo acabe en la montaña y volviendo al cielo a través de las aves.

Continuamos el camino, mientras podíamos ver desde el coche la vida de los nómadas tibetanos, en unas condiciones tan duras (o a las que no estamos acostumbrados).

A unos cuantos kilómetros, pudimos contemplar el glaciar Karola, uno de los tres grandes glaciares del Tíbet. Está situado a más de 5.000 metros de altura y tiene un área de casi 10 km². Es, además, el glaciar más cercano de una carretera en el Tíbet, por lo que se puede ver fácilmente. Aunque cuando lo visitamos nosotros estaba lloviendo, e incluso granizó, no pudimos evitar acercarnos lo máximo posible.

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Glaciar Karola

Desde allí, continuamos hasta llegar al embalse de Manla, la primera presa del Tíbet. Desde la parte alta, tras el paso de montaña de Simila, a unos 4.200 metros, en una zona repleta de bandera de oración, pudimos contemplar el color verde del agua con las montañas detrás. Unas vistas espectaculares.

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Embalse de Manla

Los colores de las banderas de oración, que veíamos durante todo el viaje tenían su propio significado: cielo para la azul, fuego para la roja, tierra para la amarilla, agua para la verde y nubes para la blanca.

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Las banderas de oración siempre presentes

Es curioso como durante toda el día, según íbamos incrementando la altitud, los paisajes se iban transformando y cambiando.

Desde allí, nos dirigimos a la ciudad de Gyantse, donde pudimos comer en un pequeño restaurante local. Nosotros sólo pudimos comer nuestro plato estrella del viaje: arroz blanco.

En Gyantse, estuvimos dando un paseo por las calles del centro, con una vista panorámica continua de su fortaleza, en lo alto de la ciudad. Obviamente, mucho menos impactante y en mucho peor estado que el Potala, pero muy majestuosa para esta pequeña ciudad tibetana.

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Fortaleza de Gyantse

En la ciudad, aprovechamos para pasear por las calles de la parte vieja, contemplando los edificios de los lugareños y su vida diaria.

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Paseando por Gyantse

Una zona muy tranquila, donde visitamos también un pequeño monasterio al que nos llevó Jigme.

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Un monasterio particular

Aunque sólo lo vimos desde lejos y no lo visitamos por dentro, uno de los puntos más conocidos es el monasterio Pelkor, con la estupa de Kumbum, de 35 m de altura.

Tras la visita a Gyanstse, nos dirigimos hacía Shigatse, donde pasaríamos la noche. Nada más llegar, fuimos a nuestro hotel: Manasarovar. Dejamos nuestras cosas y no pudimos evitar salir a pasear por la ciudad.

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Paseando por Shigatse

Justo enfrente, había un mercado local, con tiendas al aire libre y otras cubiertas. Un lugar donde vendían de todo, y que nos encantó visitar. Lo hicimos con discreción, ya que éramos los únicos occidentales que paseábamos por allí y no paraban de mirarnos a cada paso.

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Mercado de Shigatse

Tras visitar el mercado, fuimos andando para ver desde fuera el monasterio de Tashilhunpo, que visitaríamos al día siguiente por dentro. Atardeció mientras visitábamos la ciudad y nos fuimos a descansar al hotel, donde cenamos en la habitación nuestra comida sin gluten. Al día siguiente dormiríamos en un sitio más duro: el campo base del Everest.


Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 23 días en Nepal, Tíbet y Bután.