Nos despertamos en el hotel de Dusambé. La ruta del Pamir parecía haber sido un sueño. Tras desayunar algo de fruta y darnos una ducha, recogimos la mochila para afrontar un nuevo reto: cruzar la frontera entre Tayikistán y Uzbekistán.

Hacerlo no era una tarea fácil, ya que ambos países tienen un conflicto histórico, que, por supuesto, afecta a sus fronteras. Para cruzar la frontera, en coche, desde Dusambé, hay dos opciones «teóricas».

Una es hacerlo recorriendo una distancia de unos 250 km, la mayoría entre las montañas del territorio tayiko, y cruzar por la frontera de Panjakent, cerca de Samarcanda. El problema es que esta frontera habitualmente está cerrada o, de no estarlo, puede cerrarse sin previo aviso. En el momento de nuestro viaje, comprobamos en varias ocasiones que, efectivamente, esta frontera, antaño la más utilizada, estaba cerrada.

Por lo tanto, la única manera «segura» de cruzar en coche era recorrer una pequeña distancia en territorio tayiko, cruzar por Tursunzoda y después recorrer un gran trayecto, dando un rodeo inmenso, aunque un gran tramo por autovía, hasta llegar a Samarcanda. El paso fronterizo de Tursunzoda, en general, está abierto, aunque nada asegura al 100% que puedan cerrarlo sin previo aviso.

En cualquier caso, dado que la situación es cambiante, te recomendamos comprobarlo cuando organices tu viaje y también cuando estés allí. Sobre todo, el día antes y el mismo día que cruces la frontera.

 

Por supuesto, existen otras opciones, como coger un avión entre Dusambé y Taskent y, posteriormente, un tren a Samarcanda. Es quizás la opción «más cómoda», logísticamente hablando, aunque no en tiempo ni tampoco en dinero.

Nosotros elegimos cruzar la frontera por el paso fronterizo de Tursunzoda. Para llegar a este paso fronterizo, la mejor opción es ir en taxi compartido o privado. También se puede hacer en autobús, si dispones de tiempo, ya que las frecuencias y paradas no son demasiado intuitivas.

Como no disponíamos de mucho tiempo y teníamos claro que llegar a Samarcanda nos iba a llevar prácticamente todo el día, reservamos un taxi privado con el hotel. Fue un poco caro, un precio cerrado de 150 TJS (unos 14€). Además, aunque preguntamos, no salía ninguna persona hacía Uzbekistán desde nuestro hotel con quién compartirlo. El trayecto duró 1 hora. Allí nos dejaron en la puerta del paso fronterizo, donde había una pequeña cola, prácticamente en su totalidad de mujeres tayikas.  Todas nos miraban de arriba a abajo con curiosidad y descaro. Nos preguntaban cosas que no podíamos entender, ya que lo hacían en tayiko, aunque todas tenían una sonrisa en el rostro.

Hacía un calor sofocante y la cola era en la calle, a pleno sol, sin ningún tipo de cobijo posible. Tuvimos que esperar aproximadamente 1 hora fuera. Aunque no había mucha gente esperando, dentro había sólo un pequeño puesto de control, donde nos sellaron la salida de Tayikistán. Además, nos preguntaron sobre los motivos de nuestra visita a Tayikistán y los motivos por lo que íbamos a Uzbekistán. Y, como pregunta curiosa, nos preguntaron qué país nos gustaba más de los dos, a lo que obviamente, respondimos que Tayikistán.

Tras este trámite, tuvimos que andar unos 500 metros, en tierra de nadie, hasta llegar al paso fronterizo uzbeco. Tuvimos que presentar nuestro pasaporte y enseñar nuestro visado, que llevábamos en el pasaporte y que habíamos sacado previamente en la embajada de Uzbekistán en Madrid.

El trámite del pasaporte fue «sencillo», con preguntas de los agentes sobre el motivo de nuestro viaje a Tayikistán, el motivo de nuestro viaje a Uzbekistán, sobre el Real Madrid y el Barcelona y, una vez más, sobre qué país nos gustaba más de los dos. Esta vez la respuesta fue diferente…

Lo más curioso no fue el trámite del pasaporte, sino el registro del equipaje que vino después. Antes, hay que rellenar un papel, por duplicado, en el que indicas tus bienes, incluido todo el dinero que llevas, indicando cuántos billetes y monedas llevas de cada divisa. En nuestro caso llevábamos liras turcas, euros, dólares, SOM, Somoni… por lo que nuestra declaración de bienes fue curiosa…

Habíamos leído en varias ocasiones que es importante indicar hasta la última moneda en la declaración, ya que la comprueban y, en efecto, así fue.

Tras entregar esta declaración, nos registraron el equipaje a conciencia. Estuvimos más de una hora. Tuvimos que sacar todas y cada una de las cosas que llevábamos en la maleta y responder a muchas preguntas sobre todos los artículos que llevábamos. En el teléfono móvil, revisaron todas y cada una de las fotos que teníamos. Hay que tener en cuenta que, en Uzbekistán, cruzar la frontera con contenido considerado «ofensivo» es un delito y puede acarrear penas muy graves.

La verdad es que fue una situación surrealista, con agentes mirando cada una de las cosas de la maleta, haciendo preguntas por todo…

Tras este registro, pudimos, por fin, salir de la frontera con nuestro sello en el pasaporte. Ya habían pasado unas 3 horas desde que habíamos salido del hotel y sólo habíamos recorrido unos pocos kilómetros. Aún nos quedaba un largo camino. La parte buena es que ganamos una hora nada más cruzar la frontera, por la diferencia horaria entre los dos países.

Nada más cruzar la frontera, te abordan decenas de taxistas, con los que toca regatear y negociar el precio para que te lleven a Samarcanda. Es el único modo de llegar. No hay autobuses. Sólo taxis. Si coincides con alguien que vaya a Samarcanda, puedes compartirlo. En cualquier caso, te tocará regatear. El precio inicial que te dicen es siempre altísimo.

Nosotros estuvimos un buen rato regateando, mientras aprovechamos a cambiar algunos billetes, ya que al cruzar la frontera, se te acercan, a partes iguales, taxistas y cambistas. No es recomendable cambiar mucho dinero allí, ya que el tipo de cambio no es el mejor y no es la zona más segura del mundo, pero nosotros aprovechamos para cambiar algunos dólares. También te cambian somonis por som uzbeko.

Allí es donde tuvimos nuestro primer contacto con el billete uzbeko y comprobamos, de primera mano, como un billete de 20€ se transforman un fajo enorme de billetes uzbekos.

Som Uzbeko
Som Uzbeko

Tras un buen rato, conseguimos acordar un precio de 42$ para que nos llevaran a Samarcanda, muy lejos de los 200$ iniciales con los que empezaron regateando la mayoría de taxistas. Habíamos leído que entre 30 y 50$ era un precio justo por ir hasta Samarcanda, así que nos quedamos conformes.

Nos encantaría poder compartir fotos de la experiencia que tuvimos en la frontera, pero nos advirtieron continuamente que estaba total y tajantemente prohibido sacar fotos en ambos pasos fronterizos, Incluso está penado. No quisimos tentar a la suerte. ¡Te animamos a visitar ambos países y vivirlo en primera persona!

Nada más comenzar el viaje nos quedamos dormidos, despertándonos a ratos y contemplando el árido paisaje uzbeko. El camino hasta Samarcanda esta formado por una combinación de muchos kilómetros de autovías, perfectamente asfaltadas y poco transitadas, con otros tramos, que, de repente, estaban en construcción y llenos de socavones.

Como curiosidad, como Uzbekistán es uno de los principales productores de gas natural del mundo, los coches funcionan con gas y tienen una bombona en la parte trasera del coche.

El trayecto desde la frontera duró unas 6 horas. Por lo que, unas 10 horas después de salir del hotel en Dusambé, por fin llegamos a Samarcanda, como parada intermedia para poder ir a Bujara en tren. Nos despedimos del taxista y fuimos a buscar alojamiento.

En Samarcanda no teníamos reservado hotel, pero una pareja con la que nos cruzamos en Tayikistán, nos recomendó el hotel Antica B&B, así que fuimos directos a preguntar si tenían sitio. El hotel está prácticamente al lado del Mausoleo Gur-e-Amir.

La dueña del hotel, muy amable, nos ofreció una habitación con desayuno por 45$. El hotel nos pareció cómodo y aceptamos sin pensarlo, ya que estábamos muertos de cansancio. Fue todo un acierto. Además, su dueña nos ayudó a comprar, por teléfono, a través de su sobrina, los billetes de tren para Bujara. Tuvimos mucha suerte, ya que, nos dijo que hubiera sido difícil encontrar asientos libres al día siguiente en la estación.

El billete nos costó unos 22$: 10$ por persona más 2$ de comisión que nos cobró la dueña y que pagamos muy gustosamente.

Contentos por haber acabado el día bien, a pesar del cansancio, decidimos pasear hasta el Registán y verlo, fugazmente, de noche. Como no habíamos comido nada desde el desayuno, aprovechamos a cenar pollo, con pan, en un restaurante frente al Registán. Fue el pollo más rico que habíamos comido nunca. Y con ese buen sabor de boca, nunca mejor dicho, nos fuimos a descansar al hotel. En unos días, volveríamos para visitar Samarcanda con más tranquilidad.

Samarcanda
Recién llegados a Samarcanda

Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 21 días en Kirguistán, Tayikistán + GBAO y Uzbekistán.