Tras pasar una buena noche (ya nos íbamos aclimatando al mal de altura) y desayunar en el hotel, hoy nos tocaba empezar el día visitando uno de los íconos del Tíbet: el Potala.
A nosotros, que tanto nos había emocionado ver el palacio por fuera los días anteriores, de día y de noche, ahora íbamos a verlo por dentro. Está situado en el centro de Lhasa, así que enseguida llegamos allí.
Como durante toda la ruta, Jigme se encargó de gestionar los tickets y facilitarnos la entrada al recinto. Y, como siempre, nos contaba curiosidades del palacio, su historia y trataba de resolver nuestras preguntas.
Para visitar el Potala hay que subir y subir escaleras. Pero se hace con mucho gusto, disfrutando de las vistas y del enigmático lugar en el que estás. El Potala es la residencia de los Dalái Lama, desde su fundación en el año 1648 hasta 1959, fecha en la que el decimocuarto Dalái Lama, Tenzin Gyatso, tras la revuelta popular contra China, tuvo que exiliarse a Dharamsala, en la India, donde vive en la actualidad.
La parte blanca del palacio corresponde a la residencia del Dalái Lama, con habitaciones, oficinas, etc. La parte roja del palacio está completamente dedicada al estudio y la oración. Además, aquí encontramos la estupa dorada, la sala de asambleas, capillas, santuarios y bibliotecas… En cuanto al edificio amarillo, alberga grandes banderas con símbolos sagrados. En el palacio, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1994, sólo viven actualmente unos 20 monjes.
Había turistas, pero sobre todo peregrinos, visitando el palacio, las tumbas de las anteriores reencarnaciones del Dalái Lama. Vimos a estos peregrinos haciendo sus koras, peregrinaje o meditación tibetana que se puede hacer de muchos modos, como dando vueltas a un edificio en el sentido de las agujas del reloj, haciendo girar ruedas de oración, cantando mantras…
Dentro de las dependencias del palacio, está prohibido sacar fotografías, pero si se puede sacar en el exterior de los edificios principales, desde donde se tienen una grandes vistas de Lhasa.
Además de sacar fotografías, dentro de los templos, está prohibido que una mujer entre dentro con el periodo, ya que se considera que no es lo suficientemente «pura» en ese momento para estar en un lugar sagrado.
Otro tema con el que tener el máximo cuidado es con los monjes. No está permitido tocarles, en especial si eres mujer. Andando por la calle nos recomendaron cederles el paso cuando pasarán. En los aviones, en las salas de espera, etc. tienen preferencia sobre cualquier otra persona.
Desde el Potala, contentos tras las visita, nos llevaron al templo de Jokhang, en el centro de la capital.
Frente al templo, había muchos peregrinos postrados y estirando todo el cuerpo hacia adelante y hacia atrás en el suelo con el fin de obtener la bendición de Buda.
El templo de Jokhang, construido en el siglo VII, es el centro espiritual de Lhasa y está también considerado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Dentro del templo se pueden visitar las estatuas más sagradas y más antiguas de Buda.
Siendo totalmente diferente del Potala, el Jokhang nos dejó maravillados.
Al acabar la visita, nos llevaron a comer a un restaurante cercano, Tibetan Family Kitchen. Les explicamos, con ayuda de Jigme, lo relativo a la celiaquía y nos ofrecieron alguna opción más a las que nos habían ofrecido los días anteriores en otros restaurantes. Es decir, nos ofrecieron algo diferente a arroz blanco, jeje.
Tras la comida, pudimos recorrer la calle Barkhor. Es una calle circular que dicen, es la más antigua de la ciudad. Aquí donde podrás encontrarte con muchos peregrinos, tanto solos como en familia, pero también podrás disfrutar de muchas tiendas de artesanía local y de un buen ambiente. Por respeto a los peregrinos, nos recomendaron andar por el lado derecho de la calle.
Nosotros aprovechamos para disfrutar de un paseo tranquilo, ojeando las tiendas, observando a la gente local y comprando algunos regalos de artesanía antes de volver al hotel.
No visitamos por dentro, aunque pasamos por el exterior del palacio Norbulingka, que se utilizó como residencia estival de los Dalái Lama durante varios siglos.
Como aún era temprano, fuimos a darnos un masaje. Nos habían recomendado ir a un lugar enfrente del hotel, donde había una escuela de masajes dados por invidentes. Nos pareció un objetivo doble, relajarnos y ayudar a la comunidad local. Nos dieron un masaje de media hora, por 80 CNY (unos 11€) por persona. La verdad es que no fue el mejor masaje del mundo, pero fue una manera diferente de disfrutar de un rato tranquilos.
Tras el masaje, fuimos a cenar. Paseando por la calle Barkhor, llegamos al restaurante donde habíamos comido: Tibetan Family Kitchen. Decidimos repetir, ya que tenía opciones sin gluten.
Cenamos en la terraza en lo alto del restaurante, tranquilos y con buenas vistas y ambiente de la ciudad. Desde allí, nos fuimos a descansar al hotel. Al día siguiente dejaríamos Lhasa para dirigirnos a Gyantse y Shigatse.
Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 23 días en Nepal, Tíbet y Bután.