Nos parecía increíble, pero ya estábamos en Tanzania. Aterrizamos en el aeropuerto internacional de Kilimanjaro a las 7:00. La diferencia horaria con España, en verano, es sólo de 1 hora, por lo que apenas tuvimos jet lag.
Nada más llegar, tuvimos que hacer todos los nuevos trámites que había impuesto el gobierno, recientemente, debido a la pandemia de COVID-19.
Aunque lo contamos en nuestro post de Consejos Prácticos, resumimos aquí los trámites a realizar, para españoles (a fecha agosto 2021), al llegar a Tanzania:
– Tener el visado on-line o hacerlo a la llegada.
– Llevar un certificado de test PCR negativo realizado, como máximo, 72 horas antes de tu llegada a Tanzania.
– Cumplimentar un formulario de Salud en las 24 horas anteriores a tu llegada, el cual genera un código QR que tendrás que mostrar.
– Pagar online o en el propio aeropuerto la prueba de antígenos, obligatoria a tu llegada.
Los trámites de entrada a Tanzania, antes de la pandemia, eran bastante sencillos, ya que, si llevabas el visado on-line, podías salir del aeropuerto relativamente rápido. En el momento de nuestro viaje, fue más complejo y tedioso. Nosotros, llevando toda la documentación en orden, tardamos algo más de 2 horas en salir del pequeño aeropuerto.
A la salida, había decenas de chóferes con un cartel y el nombre de los turistas. Enseguida localizamos a Inocent, nuestro chófer de la agencia Popote, con la que habíamos contratado el trekking al Kilimanjaro. Hicimos el trayecto hasta el hotel ParkView Inn de Moshi, donde habíamos reservado noche.
El trayecto desde el aeropuerto puede variar en función de la hora y el tráfico, pero ser tarda, aproximadamente, 1 hora. Durante al camino, pudimos ver otra forma de vida, totalmente diferente a la que estamos acostumbrados. Una especie de mercado continuo al aire libre.
Una vez en el hotel, sólo nos dio tiempo a hacer el check-in y dejar las mochilas en la habitación, ya que habíamos quedado con Sabino, el dueño de Popote, con quien habíamos hablado para contratar nuestra ruta.
Sabino sólo vino a saludarnos y a presentarnos a nuestros guías del trekking: Kelvin, que hablaba español y Shani, que hablaba inglés. Estuvimos un rato charlando en la recepción del hotel y, entre los dos, nos explicaron la ruta que íbamos a hacer, recomendaciones, etc. También contestaron todas las dudas que teníamos, que no eran pocas.
Revisamos con ellos todo el equipaje para comprobar que teníamos toda la ropa y accesorios imprescindibles. Todo estaba en orden y sólo nos faltaban las cosas que habíamos previsto alquilar allí. Sabino gestionó el alquiler de nuestros sacos de dormir, bastones de montaña, guantes de invierno y pantalones de nieve. Los guías lo llevarían todo al día siguiente.
Aunque llevábamos una mochila cada uno, nos trajeron un macuto impermeable donde meter todas nuestras cosas, las de los dos, ya que sería más cómodo para el porteador que tendría que llevarlo.
Tras comprobar la ropa, tocaba hablar de la comida y de las restricciones por la celiaquía. Aunque habíamos comentado todo con Sabino, por e-mail, tuvimos que aclarar algunas dudas.
Shani nos propuso ir con ellos a un supermercado a revisar algunos productos. Nos gustó mucho la idea, tanto por nuestra tranquilidad como por poder pasear tranquilos por Moshi con alguien local.
Fuimos a un pequeño supermercado, Aleem´s Supermarket, donde, para nuestra sorpresa, vimos un cartel con una flecha que señalaba productos sin gluten. Había un estante con bastantes productos gluten free… o, al menos, muchos más de los que hubiéramos imaginado: cereales, noddles, pasta, galletas, crackers…. También revisamos otros productos que ellos creían que eran aptos, pero que contenían gluten. Les explicamos cómo muchas cosas parecen aptas, pero no siempre lo son: como las salchichas, el kétchup, etc.
Antes de volver al hotel, aprovechamos a cambiar algo de dinero en un banco cercano. Fue una gran idea ya que no es sencillo cambiar dinero fuera de las grandes ciudades.
Fue un paseo curioso que, además, nos permitió empezar a conocer a los guías.
Al llegar al hotel, fuimos al restaurante a investigar si podríamos comer algo apto para celiacos. Charlamos con la camarera y le tratamos de explicar, con ayuda de nuestra tarjeta, nuestras restricciones. Tras revisar con ella la carta, llegamos a la conclusión de que lo más sencillo era comer pollo frito con patatas. Nos supo riquísimo y, de hecho, repetimos el mismo plato cada vez que comimos allí.
Tras la comida, nos echamos una minisiesta, preparamos el equipaje para el trekking y subimos a la terraza del ático del hotel, donde tienen una zona, con sillas y hamacas, desde donde se puede ver el Kilimanjaro. Estaba nublado, así que nosotros no pudimos verlo y, simplemente, nos relajamos esperando poder verlo mucho más cerca en los días siguientes.
Con esa ilusión nos fuimos a descansar temprano para cargar energías. Nos esperaba, al día siguiente, el inicio de la ruta al Kilimanjaro.
Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 17 días en Tanzania.