Era nuestro segundo y último día de safari e íbamos a visitar el Ngorongoro. Tratamos de levantarnos temprano, sin madrugar muchísimo. Aunque el desayuno se servía a partir de las 7:30, pedimos desayunar un poco antes, sobre las 7:00, y así poder llegar pronto a la entrada de la zona de conservación del Ngorongoro.
El desayuno fue un buffet bastante completo. En nuestro caso, además, nos sirvieron pan sin gluten. Hicimos el check-out y nos dirigimos al conocido cráter.
El Ngorongoro fue declarado zona de conservación en 1959, cuando se separó del parque nacional Serengueti. Además, la zona se convirtió en Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1979.
Tras 30 minutos conduciendo, llegamos a la entrada del parque. Una vez allí, Aggrey hizo los trámites de entrada.
Tras pasar la barrera, fuimos ascendiendo a la zona alta del borde del cráter. Una vez arriba, empezamos a bajar hacía la parte interior del cráter. La carretera era zigzagueante y el trayecto duró, aproximadamente, 1 hora.
Una vez abajo, dentro del cráter, nos dirigimos a una zona de picnic y baños, donde aprovechamos a hacer una pequeña parada antes de iniciar la ruta.
Al igual que el día anterior, la ruta no tiene un orden establecido, cada conductor va por uno u otro camino, aunque todos con el mismo objetivo: ver el máximo número de animales, lo más cerca posible. Además, como el día anterior, rápidamente, todos encienden sus radios para ir comunicándose y avisar de avistamientos.
Tuvimos bastante suerte y pudimos ver muchos animales, prácticamente todos los que habitan el parque, salvo el rinoceronte, que es el más esquivo. Vimos cebras, ñús, hipopótamos, antílopes, gacelas, leones, búfalos, elefantes, facoceros, chacales, hienas….
Lo mejor del parque, además de los animales, es el paisaje donde se encuentran, el enclave, los colores…
Sobre las 13:00 nos dirigimos a la zona de picnic de la entrada para comer el lunch-box que nos habían preparado en Marera Lodge. Nada espectacular, pero, al menos, todo era apto para celiacos. Desde allí, iniciamos la salida al parque, ya que nos esperaban unas 5 horas de camino a Moshi.
El camino de vuelta al hotel de Moshi se nos hizo largo. Aprovechamos un rato para dormir, un rato para hablar con Aggrey y otro para, simplemente, mirar a un lado y otro de la carretera. Además, el cielo estaba despejado, así que pudimos ver, llegando a Arusha, el monte Meru y, llegando a Moshi, el Kilimanjaro. Habitualmente, ambas montañas están ocultas por las nubes, por lo que fue una suerte poder verlas desde la distancia.
La última hora de trayecto la hicimos de noche. Aunque no había farolas, ni mucha iluminación, la vida a ambos lados de la carretera, y en los pueblos que cruzábamos, no paraba.
Finalmente, llegamos a Moshi, nos despedimos de Aggrey y cenamos unas patatas en el restaurante del hotel. Después, nos fuimos a descansar. Al día siguiente habíamos quedado a las 5:00 con el chófer que nos llevaría al aeropuerto de Kilimanjaro para salir hacía Zanzíbar.
Para ver el itinerario completo de nuestra ruta por el Kilimanjaro, entra en Día 9 a 10: Safari.
