Llegó uno de los días más esperados de nuestra estancia en Bután: subir al Nido del Tigre, el monumento más famoso del país.

Sajan nos había propuesto madrugar y salir del hotel sobre las 6:30 de la mañana, para evitar el calor y, de paso, no encontrarnos con mucha gente en el ascenso. Nos pareció muy temprano, pero reconocemos que luego fue una gran idea. Desayunamos fuerte, preparamos una pequeña bolsa y partimos listos para la aventura. Nos llevaron hasta el parking que da acceso al monasterio Taktsang o templo del Nido del Tigre, el sitio budista más emblemático de Bután en el mundo.

El templo, casi colgando de un acantilado, es uno de los lugares más sagrados de Bután. Según la leyenda, Guru Rinpoche, el segundo Buda, voló hasta allí a lomos de un tigre y se quedó durante tres meses a meditar en una cueva que, actualmente, es parte del monasterio. Según cuentan, Guru Rinpoche sometió allí a un demonio.

En los alrededores del monasterio hay otros templos, aunque el más representativo, por su enclave y por la leyenda anterior, es el Nido del Tigre.

Comenzamos el ascenso desde la parte inferior del valle, con el objetivo de llegar hasta el templo, 900 metros más arriba, a unos 3.200 metros de altitud.

Habíamos visto muchísimas veces la imagen del templo colgando de las rocas, pero ahora íbamos a verlo en directo. Desde abajo, las nubles cubrían todo y casi no podíamos disfrutarlo. Empezamos la ascensión por el camino, bastante empinado, pero con algunos repechos para descansar.

Aunque se puede subir en burr0, nosotros queríamos hacerlo andando. Además, nos dijeron que hacerlo a lomos de un burro puede ser peligroso, por el mal estado del camino.

En la primera parte del trayecto hay dos puntos para hacer un breve descanso. Una zona llana, donde hay una rueda de oración y desde donde, si está despejado, se puede ver el templo. Y otra zona donde hay una cafetería, desde donde contemplar de lejos el Nido del Tigre.

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Ruedas de oración en la ascensión

Hay baños y también se puede comprar algún souvenir. Mucha gente sólo cubre este tramo para verlo desde aquí. Nos sorprendió ver gente de edad avanzada llegando hasta este mirador o, incluso, a la vuelta subiendo hasta el final.

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Colgado de la montaña, se intuye al fondo, entre las nubes

En la segunda parte de la ruta y, sobre todo, en la parte final, hay varios miradores desde los que tener unas buenas vistas del templo y del valle, siempre y cuando no esté cubierto.

Nosotros, tras casi dos horas de subida, paramos en uno de esos puntos, justo enfrente del templo, o eso nos decía Sajan, ya que las nubes estaban bajas y lo cubrían todo. Estábamos cansados, porque aunque la subida no es muy dura, hacerlo a esa altitud lo hace más difícil. Además, el terreno estaba bastante resbaladizo.

Mientras estábamos allí, las nubes se empezaron a mover… y, de repente, como si de un telón se tratara… dejaron al descubierto el Nido del Tigre. Guau!! Fue espectacular. Allí lo teníamos, enfrente nuestro. Estábamos muy emocionados y no podíamos parar de contemplarlo. No nos queríamos mover de allí.

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La puesta en escena del Nido del Tigre
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Espectacular Nido del Tigre
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Maravillados
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Una panorámica espectacular

Tras un rato, decidimos continuar. Aún nos quedaba hacer una pequeña bajada, pasar por una cascada con un pequeño edificio para meditar y un último esfuerzo de subida para llegar. Finalmente, el esfuerzo y el madrugón mereció la pena, pues llegamos solos, sin nadie más, con todo el templo para nosotros.

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¡Por fin llegamos!

Estábamos muy  emocionados por haber llegado y por estar allí. Fue una sensación increíble. Dentro del complejo no está permitido sacar fotos. En la parte exterior, hay una pequeña consigna para dejar tus cosas.

Aunque no lo parezca, el complejo del monasterio, construido en 1692, es muy grande. Tiene varios edificios ornamentados, con el Guru Rinpoche siempre presente en todas ellos. También puedes ver la cueva donde sometió al demonio Guru Rinpoche.

Tras la visita, hicimos el camino inverso de vuelta. Contentos, con una gran sonrisa. Había sido un regalo estar allí. A la vuelta, empezamos a encontrarnos con turistas que subían. Había sido buena idea madrugar, no sólo por evitar el sol, sino por poder estar solos en el monasterio. Aunque no hay muchos turistas, como en el propio Bután, obviamente, el Nido del Tigre es uno de los mayores atractivos turísticos y muchos de ellos estaban allí. Pero no estaba masificado.

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No podemos dejar de admirarlo

El camino de subida te llevará unas 2 horas, si estás en buena forma, aunque puede llevarte todo el día en función de tu preparación, edad, etc.

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Una última imagen mental antes de bajar

A la vuelta, sí paramos en la cafetería a tomar algo, con unas magníficas vistas del Nido del Tigre, donde acabábamos de estar. Disfrutamos de un rato tranquilo, descansando y recuperando fuerzas.

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Vistas desde la cafetería

Después bajamos hasta el coche y fuimos al hotel a descansar y darnos una merecida ducha.

Para rematar el día, Sajan había organizado una cena en una granja de una familia local, con los que compartir experiencias y conocer su modo de vida.

Después de presentarnos, nos ofrecieron hacer tiro con arco con los más jóvenes de la familia. Eran unos niños que casi acababan de aprender a andar, pero daban a la diana a la perfección. Nosotros necesitábamos más práctica…

Antes de cenar, tomamos un baño caliente de piedras. Es típico en Bután y, según dicen, tiene muchos valores medicinales. Los dos lo probamos. Cada uno en una especie de cabaña, donde estaba, a ras de suelo, la mitad de una bañera de madera. La otra mitad estaba en el exterior de la cabaña, que es donde colocaban las piedras incandescentes. Una experiencia curiosa.

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Hot stone bath

La familia nos atendió de maravilla. Nos enseñaron su casa, nos hablaron sobre ellos, nos preguntaron sobre nosotros… Cenamos todos juntos en el suelo de un gran salón. Obviamente, nos hicieron muchas preguntas sobre la celiaquía, ya que Sajan había tenido que explicarles que no íbamos a poder cenar los platos típicos butaneses en su esencia más pura. De hecho, nos ofrecieron unos remedios caseros, que nos aseguraron curarían a David de ser celiaco. ¡Ojalá!.

Después de la cena, nos despedimos y volvimos a Paro. No tenemos fotos de esta experiencia, ya que percibimos que no era muy respetuoso hacerlo y preferimos no incomodar a nadie. Disfrutamos de un buen rato que guardamos con cariño en nuestra memoria.

A la vuelta, llegando al hotel, pasamos por el Paro Dzong de noche, iluminado. Una última imagen para despedir un gran día.

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Paro Dzong de noche

Al día siguiente, volaríamos rumbo a Katmandú por la mañana.


Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 23 días en Nepal, Tíbet y Bután.