La capital de Eslovenia, Liubliana, es una de las ciudades más tranquilas, seguras y agradables para visitar. Puedes ver los lugares más representativos en, prácticamente, un día o, incluso. en una mañana, si dispones de poco tiempo. También puedes aprovechar a disfrutar de varios días allí, para pasear relajadamente y disfrutar de su ambiente y gastronomía.
Nosotros quisimos visitarla con relativa calma. El día anterior habíamos callejeado ya por el centro histórico, pero durante el día queríamos visitar algunos de los lugares más relevantes. Para saber cuáles son, puedes leer directamente nuestro post Qué ver en Liubliana.
Como nuestro apartamento estaba al lado, lo primero que hicimos fue cruzar el famoso Puente de los Dragones de Liubliana. Los dragones son el símbolo de la ciudad. Prueba de ello son los souvenirs que encontrarás por toda la ciudad con dragones en todas sus variantes…
En cuanto a la leyenda sobre los dragones, cuenta que, el héroe mitológico Jason mató a un dragón y salvó a una virgen a la que tenía secuestrada. Se dice que, hoy en día, cuando una virgen cruza el puente, los dragones mueven su cola.
Cruzando el puente, paseamos por el Mercado Central. Tiene una hilera de puestos de comida en una larga nave porticada, sobre el río Liublianica. Abre todos los días, salvo el domingo. Pero, lo más colorido, son los puestos que están justo enfrente, en la Plaza Vodnik, en los que venden frutas, verduras… pero también ropa, recuerdos, etc.
Desde allí, nos dirigimos al castillo, otro de los iconos de la ciudad, que se alza en una colina en medio de la misma. El castillo fue construido en el 1144, aunque fue reconstruido posteriormente en el siglo XV. Se puede subir y bajar andando o en funicular. Nosotros decidimos hacer la subida en funicular y la bajada andando. Para cogerlo, fuimos un poco más allá del mercado, donde puedes ver la taquilla para comprar los tickets.
El precio para adultos es de 4€ ida + vuelta y 2,20€ por ida o vuelta. Para niños entre 7 y 18 años: 3€ ida + vuelta y 1,50€ por ida o vuelta. En este puesto de venta, podrás comprar también tu entrada combinada al castillo. Pero, si lo prefieres, puedes comprarla una vez arriba, como hicimos nosotros (10€ por adulto).
El funicular te permite tener unas vistas preciosas de la ciudad, además de ahorrarte el esfuerzo de la subida.
Una vez en el castillo, puedes pasear libremente por la zona abierta donde hay cafetería y algún exclusivo restaurante. Sin embargo, para entrar en la mayoría de salas de exposiciones del castillo, museo de títeres y, especialmente, al torreón, tienes que pagar la entrada, ya que tendrás que sellarla en un torno en cada uno de las salas que visites.
Las vistas de la ciudad son imponentes, sobre todo desde la torre. Además de eso, nos gustó especialmente el museo de títeres. El precio de la entrada, aunque caro, creemos que merece la pena, ya que es uno de los imprescindibles de la ciudad que tiene coste. El castillo se puede visitar en apenas un par de horas, para poder seguir disfrutando de la ciudad.
Desde allí, por uno de los muchos caminos serpenteantes que bajan a la ciudad, comenzamos el descenso. Nosotros bajamos por aquí con porteo para bebé, aunque se puede bajar por una carretera en caso de que viajes con tu bebé y lleves carro.
Una vez en la parte baja de la ciudad, aprovechamos a pasar por algunos de los puntos principales de la calle Stritarjeva: el Ayuntamiento, construido en 1484, con la Fuente de los tres ríos enfrente, la Catedral de San Nicolás, con la historia de Eslovenia tallada en sus puertas en bronce…
Desde allí, cruzamos al otro lado del río por el famoso Triple Puente, una obra del arquitecto Plečnik (muy admirado en Eslovenia), que, como su nombre indica, es un puente dividido en tres que desemboca en la Plaza Prešeren, donde hay una estatua dedicada a este poeta y donde podrás ver también la Iglesia Franciscana de la Anunciación, a la que se puede entrar de manera gratuita.
Hicimos una parada en el camino para comer unas hamburguesas en el restaurante Hood Burger, cerca de la Plaza Prešeren. Un sitio tranquilo en el que, por supuesto, tenían opciones sin gluten.
Desde allí, aprovechando el buen tiempo que hacía, fuimos andando hasta una zona relativamente alejada de la ciudad. Decimos «relativamente» porque en Liubliana todo está más o menos cerca. Nos acercamos hasta la Plaza de la República y al Parlamento de Liubliana. No tiene mucho para visitar, pero es una zona representativa de la historia y la democracia de Eslovenia.
Nuestro destino más alejado fue el parque Tivoli, un inmenso parque público, lugar de encuentro de los ciudadanos de Liubliana. Un lugar ideal para pasear andando o en bici. Aunque es muy extenso y tiene muchos rincones, nosotros sólo dimos un pequeño paseo por los caminos principales, para volver después al centro de la ciudad.
Lo hicimos por la Plaza del Congreso, un sitio perfecto para contemplar el castillo de Liubliana. Además, si tienes tiempo, nos habían recomendado visitar el Museo de las Ilusiones que se encuentra en esta plaza. Nosotros no lo visitamos esta vez, ya que África era muy pequeña todavía, pero lo dejamos pendiente para cuando volvamos a Liubliana.
Por último, pasamos por Metelkova, una especie de barrio independiente en el centro de la ciudad, cerca de la estación de tren. Nos habían recomendado visitarlo como lugar «alternativo hippie», aunque también nos dijeron que el lugar había venido a menos. Esa sensación nos dio. Quizás, en su día, fue algo más… pero a nosotros nos pareció un lugar poco seguro en el que no pasamos más de 5 minutos.
Antes de volver al apartamento dimos un paseo alrededor del río, disfrutando del ambiente, antes de descansar para, al día siguiente, coger un coche de alquiler y dirigirnos a Bled.
Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 13 días en Eslovenia y Croacia.