Para este día teníamos un plan interesante: ver la llegada de los pescadores al pueblo de Mbour, que está pegado a Saly.

Mientras que Saly es una ciudad más turística, Mbour es un pueblo dedicado a la pesca.

Para ver la llegada de los pescadores, hay que hacerlo a partir de las 16:00 horas de la tarde, preferiblemente y hasta el final del día. Por eso, aprovechamos la mañana para desayunar en el hotel tranquilos, disfrutar de un rato de piscina, comer y a las 15:00 horas quedamos con el chófer para que nos llevara a Mbour.

Aparcamos en el centro de la ciudad donde habíamos quedado con un amigo suyo, para que nos enseñara y explicara cómo funciona la pesca en el lugar y nos llevara a conocer los mercados.

Nos dirigimos por un laberinto de callejuelas hasta la playa, donde nos quedamos impactados por la vista: un inmenso mercado al aire libre repleto de puestos de pescado, con los pescadores y barcos llegando a la costa.

Fuimos paseando por la playa, pasando a través de los puestos, con todo tipo de pescados, en canastas, en tableros o siemplemente sobre la arena. Prácticamente no había turistas y todos los vendedores, muy amables, trataban de hablar con nosotros. Cuando llegamos a la orilla vimos la llegada de los pescadores. Tras 2 semanas en la mar, en pequeñas barcas de madera donde conviven hasta 8 personas, vuelven con el pescado para su venta. Una vez allí, carros tirados por caballos, son los encargados de sacarlos y de llevarlos a los puestos o a los camiones que esperan en el puerto.

Según nos contaron, muchos de estos camiones frigoríficos, llevan el pescado directamente al aeropuerto, desde donde se envía a Madrid y otras ciudades en Europa.

Fue muy curioso ver esta inmensa playa llena de pescadores y vendedores. Está bastante sucia y con un fuerte olor a pescado, pero la visita merece la pena.

Nos paramos en algunos puestos, donde nos quedamos sorprendidos del bajo precio de un pescado de buena calidad frente a los precios de España.

Tras esta visita, fuimos a la zona de mercado de especias y de ropa, donde aprovechamos a comprar algunas cosas y a charlas con los comerciantes, siempre dispuestos a vender, negociar y a charlar. La gente fue muy amable.

Allí, nos despedimos del guía, al que dimos una propina (se recomienda dar siempre la voluntad en estos casos) y volvimos al hotel para descansar.

Fue una de las cosas que más nos gustó ver en nuestro viaje a Senegal. Muy auténtico.


Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 9 días en Senegal.