Salimos desde Moshi a las 6:00. El trayecto hasta la entrada del parque es de unas 3-4 horas. Habitualmente, el horario de recogida son las 7:00, pero habíamos pedido salir un poco antes para llegar temprano y aprovechar mejor el día.
En el hotel nos habían preparado el desayuno a las 5:30, así que nos tocó madrugar. Poco antes de las 6:00, estaba esperándonos en la recepción nuestro guía y conductor durante los dos días de safari, Aggrey.
Desde allí iniciamos la ruta hacia Tarangire. Merece la pena mirar a un lado y otro de la carretera durante el trayecto ya que desde primera hora de la mañana, el país tiene mucha vida. También, es curioso ver a los masai cuidando el ganado, vendiendo sus productos, sus poblados…
Hicimos la ruta charlando, parando sólo, una vez, en una gasolinera para ir al baño.
Antes de llegar al parque pudimos ver de cerca varios poblados masai. Si quieres parar, puedes hacerlo, e incluso comprar en algunas tiendas de artesanía que tienen.
Tras 3 horas y media de viaje, llegamos a Tarangire. Una vez allí, mientras Aggrey gestionaba los permisos de entrada al parque, nosotros aprovechamos a tomar un café en una pequeña cafetería que hay a la entrada. También hay baños y una tienda de souvenirs.
Mientras Aggrey hacía los trámites, los empleados del parque rociaban el jeep con un líquido para repeler a la famosa mosca tse-tse. Ademas, te recomendamos llevar repelente de mosquitos con deet.
No había mucha cola en la entrada, así que pronto estábamos listos para entrar al parque. Aggrey nos contó que, antes de la pandemia, la afluencia de visitantes habitual era de entre 5 y 10 veces más de lo que veríamos ese día.
Una vez dentro, ya con el techo descubierto, Aggrey condujo por los caminos del parque para que pudiéramos ir viendo la fauna.
Pudimos disfrutar de ver muchísimos animales en poco tiempo: cebras, jirafas, ñus, antílopes, babuinos… todos bastante cerca del coche y sin necesidad de usar prismáticos.
Los caminos son de tierra y en algunas zonas hay bastantes baches, pero, en general, son bastante cómodos. Fuimos recorriendo el parque con el objetivo de ver los animales más complicados de avistar: leopardos y leones.
Aunque los conductores se comunican por radio para avisar cuando hay un avistamiento, verlos es misión imposible, pues todos los coches se dirigen a esa zona y, salvo, que estés cerca, tendrás un montón de coches delante que no te permitirán verlos.
Nos alegramos de que hubiera menos gente. Haber visitado el parque con tantos coches y tanta gente hubiera sido agobiante. Ya nos pareció bastante congestionado, por lo que nos cuesta imaginar cómo tiene que ser con 10 veces más jeeps.
Durante la mañana, conseguimos ver varios leones y elefantes. Incluso tuvimos la suerte de ver, en la distancia, un leopardo saltando desde un árbol sobre un antílope, aunque éste escapó hábilmente.
Pasamos un buen rato disfrutando de ver a los elefantes. Son uno de los animales más numerosos del parque. Aunque los habíamos visto antes, sigue impactando verlos de cerca.
También pudimos contemplar baobabs, una especie de árbol característica y grandiosa.
La mañana se nos pasó volando.
Para comer, fuimos a una de las áreas de picnic que hay en el parque con unas buenas vistas. Había muchísima gente, tanto turistas como grupos de colegios de visita. En el área hay varias mesas y también baños. Hay que tener especial cuidado con los monos, que campan a sus anchas robando la comida de las mesas.
Allí tomamos el lunch-box que nos había llevado Aggrey desde Moshi. Prácticamente, todo el mundo tiene una cajita de comida con productos similares. No esperes nada espectacular de los lunch-box.
En nuestro caso, aunque habíamos insistido bastante en el tema celiaco, había algunos productos que no eran aptos. En caso de ser celiaco, te recomendamos que insistas en ello al pedir tu lunch-box, enviando incluso información con antelación. Y, en cualquier caso, lleva siempre algo de fruta o algún snack por tu cuenta, por si te quedas con hambre o no pudes comer todos los productos del lunch-box.
Después de la comida, recorrimos otra zona del parque, aunque sin demasiada suerte de ver animales. Era su hora de la siesta y toda la actividad que habíamos visto a la mañana se había reducido bastante. Por ello, te recomendamos visitar los parques en las horas iniciales del día, que es cuando hay bastante movimiento.
Así que, pasada una hora, le pedimos a Aggrey nos llevara hasta el hotel, ya que había unas 2 horas de camino al lodge y queríamos aprovechar a descansar.
Ten en cuenta, que salir del parque, en función de donde te encuentres, lleva un rato. Desde que decidimos salir hasta que llegamos a la salida del parque (que es el mismo lugar que la entrada) tardamos, aproximadamente, 1 hora.
Además, hay que hacer de nuevo cola para los trámites de salida. Estuvimos unos 30 minutos de espera hasta que finalmente pudimos salir hacía Karatu, donde teníamos reservado el hotel, Marera Valley Lodge.
De camino hicimos una parada para ver, desde un mirador, el Lago Manyara.
Llegamos sobre las 18:00, así que hicimos rápidamente el check-in para poder darnos un baño en la piscina.
El lodge es una especie de oasis. Un contraste, un tanto abrumador, con la vida que ves en el camino. Un lugar con muchas comodidades y atenciones, que, sinceramente, no nos hizo sentir del todo cómodos. El tipo de cliente que se aloja es demandante y había demasiado servilismo. No lo criticamos, aunque es algo que no va demasiado con nosotros.
Además, en general, los empleados te muestran continuamente su intención de recibir propina por cualquier cosa en la que te respondan o ayuden. Queda a criterio de cada uno el hacerlo o no…
Si vas a un safari este es el alojamiento típico donde quedarse, salvo que hagas un safari de varios días y puedas elegir un campamento de tiendas.
En nuestro caso, cuando lo reservamos solo nos dieron la opción de dormir en lodge, al estar únicamente una noche entre Tarangire y Ngorongoro.
En cualquier caso, el lugar tiene todas las comodidades y, aunque no era nuestro alojamiento ideal, tratamos de aprovechar la estancia lo máximo posible, sobre todo para descansar.
Tomamos algo en la terraza y luego pasamos a cenar a primera hora de la tarde. Aunque habíamos avisado al reservar el safari sobre nuestras necesidades sin gluten, al llegar le dimos al chef nuestra tarjeta en la que explicamos lo relativo a la celiaquía, contaminación cruzada, etc.
Fueron muy atentos con este tema y nos explicaron todo con detalle. La cena tenía un menú estándar, pero adaptaron los platos para hacerlos aptos. Incluso tenían preparado pan sin gluten. Cenamos bastante bien.
Tras la cena, nos fuimos a descansar. Al día siguiente nos tocaba visitar el Ngorongoro.
Para ver el itinerario completo de nuestra ruta por el Kilimanjaro, entra en Día 9 a 10: Safari.