Nos levantamos con ganas de continuar nuestro viaje por Nepal. Tocaba volver a Katmandú. Así que, tras desayunar y despedirnos de Raj en el Garuda Inn, cogimos un taxi que por 200 NPR (menos de 2€) nos llevó a la estación de autobús de Pokhara.
Habíamos comprado los billetes el día anterior, así que nada más llegar, sólo tuvimos que montarnos en el bus. Teníamos muchas horas por delante, por lo que nos lo tomamos con paciencia. Iríamos tranquilos, disfrutando de las vistas y charlando.
Lo más curioso, triste y alegre a la vez, fue ver saliendo de Pokhara toda la cordillera del Annapurna completamente despejada frente a nosotros. Una pena no haber podido contemplarla con más tranquilidad antes, pero, al menos, pudimos quedarnos con esa bonita imagen antes de marchar.
Pudimos ver durante varios kilómetros esa estampa, hasta que nos adentramos en los bosques y valles por los que nos llevó el bus. El trayecto, aunque largo y por unas carreteras bastante malas, fue bastante bien. Es lo bueno de las expectativas. Como ya conocíamos el estado de la carretera por el viaje de ida, no teníamos expectativas de que el camino fuera bueno y corto. Lo que no esperábamos era pinchar una rueda durante el viaje. Un imprevisto que, en España, quizás se solucione bastante rápido, cambiando la rueda o llamando a la grúa, pero que allí no lo fue tanto. De hecho, estuvimos bastantes horas.
Tras parar un rato en una estación de servicio, el chófer intento arreglar el problema, aunque no pudo, por lo que decidió continuar con la rueda pinchada hasta que en una aldea cercana encontró un «taller», donde nos pudieron cambiar la rueda. Pasamos varias horas sin saber si podríamos continuar, pero finalmente retomamos la marcha.
Llegando a Katmandú… vimos que allí había un gran número de talleres de neumáticos y entendimos porqué.
Después de varias horas y tras conducir por las duras carreteras nepalíes, llegamos a Katmandú, donde la carreteras no eran muchos mejores que el trayecto desde Pokhara.
Aliviados por llegar después de tantas horas, fuimos andando hasta el hotel Bright Star, donde habíamos dormido al llegar a Nepal, ya que nos habían guardado parte del equipaje y pasaríamos esa noche allí.
Para cenar, tratamos de ir a un restaurante del que habíamos leído buenas opiniones. Era algo mejor que la media de Thamel y teníamos la esperanza de poder cenar alguna opción sin gluten. No estaba lejos del hotel y lo encontramos fácilmente en una callejuela: el restaurante Rosemary.
Nada más llegar, explicamos lo relativo a la celiaquía y la contaminación cruzada. Enseñamos nuestra tarjeta en la que lo explicamos y esperamos una respuesta positiva. El chico que nos atendió nos dijo que conocían lo que les contábamos, ya que en el pasado habían tenido algún cliente que les había pedido lo mismo. Mostró conocimiento en el tema y nos sentimos tranquilos.
Cenamos de maravilla, buena comida y buen servicio. Al menos, a pesar del largo día, acabamos con una buena cena. De hecho, repetiríamos este restaurante más días durante nuestra estancia.
Fuimos a descansar al hotel. Pasaríamos la última noche allí antes de buscar otro hotel en la zona. Había sido un día largo y caímos rendidos.
Para ver el itinerario completo de nuestro viaje, entra en 23 días en Nepal, Tíbet y Bután.